Por: Pedro Medina | 

Vivimos en un “continuo global de la imagen” –como ha descrito José Jiménez nuestra sociedad inundada masivamente por imágenes indiferenciadas–, un mundo uniformado donde los algoritmos nos ofrecen continuamente lo que se supone que nos gusta, reduciendo cada vez más la pluralidad y propuestas que puedan aportar otra mirada.

Recibimos multitud de ofertas, ¿pero hay verdadera diversidad en algunas de ellas? Podríamos decir que sí, aunque requiera un pequeño esfuerzo, identificando plataformas donde hallar audiovisuales que no son los estrictamente comerciales, como MUBI o Filmin. Sin embargo, gran parte de la experimentación y de corrientes alternativas se pierde por cuestiones de distribución o formato, quedando por argumento, estilo o duración condenadas a un limbo del que precisamente son rescatadas por festivales o algunos programas en museos y centros de arte.

Dentro de estas iniciativas cabe señalar la sexta edición de INTERSECCIÓN, el festival internacional de cine de A Coruña. Se presenta, en efecto, como lugar donde contemplar muy variadas propuestas contemporáneas de vanguardia y nuevas corrientes, pues ofrece la proyección de 150 obras procedentes de más de treinta naciones y una cuidada selección de piezas vistas en festivales famosos como Cannes, Berlín o Venecia. Pero probablemente su mayor valor resida en las muchas obras independientes que incluye, desconocidas para el público en general –un buen número se estrenan en Galicia o España– y a las que se tiene muy raro acceso, incluso en plataformas digitales como las citadas.

Esta parte es la principal de un festival que hasta la pasada edición se denominaba “de artes audiovisuales” y ahora se subtitula “de cine”. Este viraje –en apariencia conservador– ha supuesto un incremento del público en sala, sin embargo, no ha implicado el abandono de la idiosincrasia con la que nació, gracias principalmente a la búsqueda de diversidad en la sección fílmica y al carácter experimental y multidisciplinar de la sección artística, junto con el INTERSECCIÓN LAB, un programa de apoyo a la creación, que ha ofrecido encuentros y tutorías para los más noveles creadores, con la intención de ayudarles en la inserción en el circuito profesional internacional.

Digamos que en su “interés” (‘inter esse’, lo que está entre o concierne a diversas personas) está adoptar una condición liminal. Así, la estructura de su programa garantiza justo la ocupación de un lugar intermedio entre diversos festivales, situándose “entre” largometrajes y cortometrajes, obras internacionales y una atención por el territorio gallego, nuevos formatos audiovisuales, cine y arte experimental, mundo profesional y escuelas…

Por tanto, se atreve a pensar otras fórmulas, liberar el pensamiento de referencias fijas y pétreos posicionamientos, volviendo su horizonte una travesía capaz de acoger apuestas alternativas y arriesgadas. Es por ello que se puede afirmar que INTERSECCIÓN gestiona la complejidad del panorama actual asumiendo que se existe en un “inter” –y sus preposiciones principales: “entre”, “por” y “con”–, entregado a rastrear las derivas del lenguaje audiovisual desde la apertura a una multiplicidad de canales, flujos, mensajes…

Con este espíritu, en la edición de 2023 los focos han apuntado con mayor intensidad a la retrospectiva de Roee Rosen, quien precisamente siempre ha generado obras difíciles que clasificar en los géneros tradicionales, y Nicolas Gebbe, el innovador artista 3D, cineasta y diseñador de sonido. Además, hay que señalar que para los dos es su primera visita a España, que han acogido con notable entusiasmo. Entre otros destacados, está la artista gallega Carme Nogueira, de la que se ha enfatizado su labor investigadora, desarrollada entre Vigo y Berlín. Sin olvidar premiados como Eduardo Williams, por ‘El auge de lo humano 3’, o Arturo Franco, por ‘El custodio’.

No obstante, donde se mantiene totalmente el alma del festival por situarse entre disciplinas y tendencias es en las exposiciones, con un lugar para la videoperformance y la realidad virtual en la sección Escolas, con piezas audiovisuales realizadas en el último año y medio, y sobre todo gracias a la sección Galicia (‘Órbitas gallegas’), comisariada por Sara Donoso, donde existe una apuesta firme por la fusión de las artes y la pluralidad de enfoques, consiguiendo con obras tan diferentes una lograda y sorprendente puesta en escena en la Fundación Luis Seoane.

Todo ello hace de INTERSECCIÓN un festival muy atractivo, al que se unen diversos momentos en los que se favorece una extraordinaria disponibilidad para hablar con artistas y directores. En efecto, esta accesibilidad y las oportunidades de ‘networking’ son cuidadas por la dirección y propiciadas por la escala del festival, un hecho que debe valorarse como otro de sus alicientes.

De hecho, este sigue siendo uno de los argumentos principales incluso para festivales digitales como Web Summit, Digital Design Days, SXSW en Austin, Tech in Asia o incluso para secciones especializadas en arte virtual, como las del Venice Film Festival, BFI London Film Festival o el Animafest Zagreb.

Además, hay que insistir en la labor de selección que hace el festival fuera de los cánones actuales, lo que no impide que varios de los debates y encuentros desarrollados en A Coruña puedan servir de catalizadores de tendencias y, sobre todo, como reflexión sobre las dificultades y oportunidades actuales dentro del sector audiovisual.

Llegados a este punto, habría que recordar análisis sobre la relación entre gobiernos y cultura como los que realizó Zygmunt Bauman en ‘Para todos los gustos’, quien recordaba en su último capítulo cómo el concepto de “cultura” en Francia surgió como término colectivo para indicar los esfuerzos del gobierno para promover el saber, refinar el gusto artístico y despertar hábitos culturales. Sabemos que esta actitud puede ser tildada de “mesiánica” o “ilustrada”, pues pretende “iluminar” a las masas, pero ¿no es necesario esta reclamación para no caer en la empobrecedora homogeneización de lo ‘mainstream’?

Es evidente que estas propuestas, situadas entre la creación más radical y lo comercial, son fundamentales para abrir los ojos y deberían ser un “patrimonio” por defender. Por ello mismo, tienen sentido estos festivales, que son un apoyo esencial a una creación que no existiría –por novel o por experimental– de otro modo, perdiéndose valiosas líneas de investigación y desarrollo formal.

En cualquier caso, no se trata de reivindicar ahora una vocación de naturaleza puramente pedagógica, sino de propiciar horizontes que sigan manteniendo una multiplicidad y una diversidad entre la que poder elegir y, muy especialmente, que generen oportunidades para la innovación audiovisual. Por ello, hay que augurar larga vida a estos focos de cultura necesarios y que no falten las oportunidades de encuentro donde poder intercambiar pareceres con creadores internacionales.

PUBLICADOS RECIENTEMENTE