Por: Alicia Murría 

La artista Montserrat Soto, Barcelona 1961, ofrece una nueva entrega de un proceso de investigación que abarca más de quince años a través de imágenes y textos, fotografías, esculturas en forma de señalética, documentación diversa y una videoinstalación donde aborda cómo se ha estructurado, a través de los siglos y en diferentes civilizaciones, el conocimiento, su conservación y traslación, y en paralelo las formas de censura, de borrado, y al extremo, el intento de borrado del pensamiento de las culturas dominadas por parte de sus dominadores.

Miedo Divino trata del libro, fundamentalmente, de su representación en las imágenes de la pintura occidental desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Soto, en sus montajes fotográficos, reproduce los formatos de las antiguas pinacotecas, deteniéndose en aquellas representaciones donde el texto escrito está presente.

Aquellas imágenes estaban realizadas por encargo y atendían a los intereses ideológicos de las órdenes religiosas, de las congregaciones, de la Iglesia y más tarde de la burguesía. Es un recorrido que también habla de la Reforma de Lutero y Erasmo, y su negación de las imágenes. Alude a la representación del libro dentro de una pintura en etapas históricas en las cuales no existía la autonomía creadora ni de lo que más tarde se entendería como independencia intelectual del artista.

Como decíamos, Soto ha realizado un trabajo de investigación que la ha llevado a recorrer diferentes archivos y pinacotecas (Archivo de Illescas, Archivo de la Catedral de Toledo, Hospital de la Caridad, Archivos Vaticanos de Roma –tanto el de acceso público como el denominado Archivo Secreto que guarda, por ejemplo, la documentación del juicio de Galileo, Academia de San Fernando, Museo del Prado y Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid, Museo de la Santa Cruz de Toledo o Museo Nacional de Arte de Cataluña, en Barcelona, entre otros).

Aquella pintura, anterior a los criterios modernos, se valora hoy en función de su destreza, a la originalidad de sus aportaciones, a su “belleza”, pero carece a nuestros ojos de los códigos que gobernaban la “representación de las verdades” que la Iglesia exigía con sus férreos códigos ideológicos. 

Montserrat Soto bucea en temas nucleares que atraviesan diferentes épocas. Aborda, como decíamos, la transmisión del conocimiento, la historia del libro en un sentido amplio, las formas en que las diferentes ideologías han logrado imponerse. Habla de cómo los colonizadores se han empeñado en suprimir las culturas de los pueblos colonizados, se detiene en cómo la religión católica se impuso a través de reprimir y borrar otras creencias, de cómo el ser humano desde su origen se ha empeñado en dejar huella de sus interpretaciones del mundo y de los fenómenos físicos, de sus costumbres, pero también de sus miedos ante lo que consideraron diferente, desde la prehistoria hasta la actualidad, donde Internet, que nace bajo una apariencia de neutralidad y libertad, esconde también espacios oscuros, control y manipulación de la información y del conocimiento. Los algoritmos no son inocentes, están férreamente diseñados.

Este trabajo no intenta asumir una intención “enciclopédica” sino que es una recogida de muestras elocuentes de la evolución humana, de la cristalización del pensamiento, de su historia y traslación, con sus luces y sus sombras que hablan del miedo al otro, de la necesidad de anular la cultura anterior, colonizada, para eliminar e imponer nuevas situaciones políticas y económicas. Sometimiento al fin de unas creencias y de unas ideologías sobre otras. Habla de adoctrinamiento, fanatismo, desconocimiento y temor al diferente.

Habla del libro –anterior y posterior a la imprenta– y su utilización en la cultura católica (su censura por parte de la Inquisición, las quemas de libros y bibliotecas, o la represión y encarcelamientos de sus autores o compiladores).

Las fotografías que ha realizado la artista, entre las cuales, también encontramos imágenes de documentos de diversa índole, recorren, como decíamos, desde la Edad Media hasta la época de la Ilustración a través de pinturas donde el libro es protagonista o tema relevante de las pinturas seleccionada. Estas imágenes hablaron en su tiempo de las verdades inmutables a través de la iconografía de santos o de intelectuales casi siempre vinculados a la Iglesia Católica. El espectador de hoy ve a un Evangelista, a Cristo, a un religioso o religiosa (siempre ellas en una mínima proporción) que lee, escribe o enseña, que se centra en una tarea intelectual y doctrinal, pero Soto señala cómo ignoramos, en gran medida, la manera en que, en su momento, estas imágenes ostentaron un poder de adoctrinamiento, la forma en que hablaban de la intermediación divina en el
ámbito de los saberes, de interpretaciones canónicas de la Biblia o de disputas teológicas. En este sentido Soto comparte la interpretación de Hans Belting: “(…) El sujeto se hace con el dominio de la imagen y busca en el arte la aplicación de su comprensión metafórica del mundo. La imagen, que ahora se produce y se descifra según las reglas del arte, se ofrece al observador para la reflexión. La forma y contenido ceden su sentido inmediato al sentido mediato de una experiencia estética y un argumento oculto.” (1)

Resulta esclarecedor cómo la propia artista habla de su inmersión en estos temas.  “Pensé que sería interesante rastrear la iconografía del libro en el arte, buscar la memoria del libro en la pintura y la escultura. En uno de mis trabajos anteriores, titulado Archivo de Archivos, que realicé entre 1998 y 2006 en colaboración con Gema Colesanti, y de cuya serie aparece alguna imagen en esta exposición, ya había trabajado sobre la evolución de la memoria desde sus primeras manifestaciones y sus diversas tipologías de registro, y las comparé con la memoria que actualmente se está desarrollando con la introducción de las nuevas tecnologías”.

La imprenta supuso un avance incuestionable en la difusión del conocimiento –si bien hay que tener en cuenta que la mayoría de la población europea era analfabeta– pero con frecuencia se olvida que a partir de su irrupción la censura y la persecución de ideas se hizo mucho más fácil por parte del poder gracias a la necesaria firma de los textos y la datación de los impresores y de las imprentas –año, ciudad, etc.– responsables de su edición.

Soto señala: “Tras la aparición de la imprenta no solo se pretende controlar la impresión de libros, y también sus posibles interpretaciones, sino además se busca el control sobre su comercio. Con el Concilio de Trento, que se desarrolla entre 1545 y 1563, se abre un período clave para la censura del arte y las letras, las bases de la Contrarreforma quedaron establecidas, se acordaba la publicación de listas de libros prohibidos que afectaba tanto a los escritores como a impresores, editores y lectores que si contravenían estos edictos se arriesgaban a castigos que iban desde la excomunión a la condena por herejía, con penas de cárcel, tormentos e incluso la hoguera. Y también se quemaron gran cantidad libros. La Iglesia quería tener el control sobre la imprenta para controlar las ideas”. Esta destrucción aparece también en la exposición con alguna imagen de la quema de libros por el nazismo en Alemania.

Viene al caso introducir ahora dos citas reveladoras respecto a lo dicho, la primera de Miguel de Cervantes en Don Quijote de la Mancha: “Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo más…”. La segunda, de Santa Teresa de Jesús en su obra Camino de perfección, con la misma intencionalidad y también aquí como guiño al lector avisado: “Leedlo como
pudiereis –que así lo escribo yo, como puedo–, y si no quemadlo por mal que va”. También podríamos añadir el fragmento de una carta, escrita en 1534 por Juan Luis Vives, que dirige a Erasmo de Rotterdam: “Estamos viviendo tiempos difíciles, en los que no se puede hablar ni callar sin peligro”.

Conviene detenernos en la videoinstalación, cuyo título es Dato Primitivo 4. Caso Goya realizada por la artista en 2009 –en coautoría con Áurea Martínez–. Goya denuncia la intromisión y el dominio ejercido por la Iglesia en la producción intelectual. Y señala Soto: “Goya estaba furioso, se sentía profundamente agraviado, porque estaban limitando el ejercicio de su autonomía como artista. Él rechaza de plano la intromisión en la obra que estaba realizando por encargo de la Junta de Fábrica de la Basílica de El Pilar de Zaragoza: las pinturas del Regina Martirum para la cúpula. A los miembros de la Junta no les gustan sus bocetos y someten el control de la ejecución a Ramón Bayeu. Goya, en los documentos que se conservan, habla de que no existe la libertad de creación sino intereses externos que pretenden condicionar su proceso creativo. Él reclama la libertad en el desarrollo de su trabajo pues, de otra manera, entiende que renunciaría a su dignidad de artista y se expondría «a no poder hacer uso de su talento». En el desarrollo de la videoinstalación partimos del borrador de la carta que quiso enviar Goya a Matías Allue, y que posee la Fundación Lázaro Galdiano. Para la realización del guion, además de este borrador, utilizamos las cartas que remitió a su amigo Zapater y los informes que, durante la ejecución del Regina Martirum, redactó para ser presentados a la Junta de Fábrica de El Pilar”. 

Finalmente, el pintor aceptaría los cambios que se le impusieron. En el borrador del Memorial que Francisco de Goya escribe a la Junta, en marzo de 1781, se lee: “(…) La fuerza de la imaginación sólo la explica el pintor con la ejecución y en cediendo la mano a aquella ha logrado el efecto y consigue el fruto de su estudio mental. Esto se llama ser original en sus obras y de otra forma copiador o mercenario.”

Soto también introduce diferentes ‘mensajes’ a modo de llamadas de atención, como la compartimentación de los espacios en la exposición o a través de señalizaciones que aparecen en una serie de elementos de carácter escultórico los cuales, en su formalización, remiten a la señalética que encontramos en calles y carreteras, y donde se enuncian derroteros adoptados por el poder establecido –antes y ahora– y ofrece opciones que invitan a iniciar nuevas travesías.

En el tramo final de la exposición, y dentro de armarios que forman parte de la estructura funcional y decorativa del Palacio de Quintanar, se muestran formalizaciones culturales anteriores a la escritura como, por ejemplo, los quipus numéricos y silábicos (pequeñas composiciones de nudos de cuerdas y tejidos de colores que contenían informaciones diversas: religiosas, sociales o relativas a la contabilidad) del Imperio Inca que componían un lenguaje desarrollado y que los conquistadores españoles destruyeron sistemáticamente pues los interpretaron como una suerte amuletos demoniacos. Se detiene también en los papiros del Mar Muerto o en el archivo de la ciudad de Ebla, en Siria, que suponen el origen de la escritura y también en las bibliotecas nómadas de Mauritania. Incluye, en otra sala, dos grandes imágenes captadas en los existentes Archivos Secretos del Vaticano A estos documentos se suman, al final del recorrido, destrucciones de la etapa del nazismo en Alemania, con imágenes de quemas de libros y de obras “degeneradas”, las más recientes destrucciones de obras artísticas por parte del islamismo radical o el dibujo que publicó la revista satírica francesa Charlie Hebdo y que fue argumento para el atentado que segó la vida de varios periodistas en París el año 2015.

Una formulación interesante, que ya hemos mencionados, son esas “esculturas” con formato de señalética de carreteras donde Soto incluye textos como avisos: “LO QUE NO QUIEREN QUE VEAS. LO QUE NO QUIERES VER. LO QUE QUIERES VER. LO QUE NO PUEDES DEJAR DE VER. LO QUE PUEDES DEJAR DE VER. LO QUE PUEDES VER. LOQUE NO TE DEJAN VER”. Y, en sentido contrario: “LO QUE TE DEJAN VER. LO QUE VES. LO QUE PUEDE QUE VEAS. LO QUE NO VES. LO QUE VEN”. O la nueva pieza, que con esta misma formalización habla de la autoría y de la creación, de los derechos del autor –conquistados por los creadores con dificultad y solo en los últimos tiempos– que la Inteligencia Artificial, entre otras de sus múltiples posibilidades, comienza a poner en cuestión. 

Soto cierra la temática de la exposición deteniéndose en las transformaciones que, para las formas de archivar, ofrecen las nuevas tecnologías y muy especialmente Internet. La imprenta e Internet guardan algunos paralelismos, ambas suponen una democratización del conocimiento, una mayor accesibilidad, pero para la artista: “Aunque es difícil valorar lo que está sucediendo con la red, pues estamos viendo importantes cambios, existe una brecha económica, depende de cuanto pagues para acceder a mayor o menor cantidad de información’’. Sumemos, como se ha señalado en la actualidad por diferentes estudiosos de este territorio, el empobrecimiento de la investigación, pues ya no son la consulta de archivos y bibliotecas la fuente principal que nutre los estudios sino, en gran proporción, las primeras páginas que ofrece Internet.

Concluimos por último estas líneas con una frase de Edward Snowden que viene repitiendo en diferentes foros: “La vigilancia no tiene que ver con la seguridad, tiene que ver con el poder”.

Notas
1. Hans Belting, Imagen y culto. Una Historia de la imagen anterior a la era del arte.
 Akal, 2010, Madrid.

Exposición en Segovia. Palacio de Quintanar

Comisaria: Alicia Murría
Texto para el catálogo de la exposición

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