Una superficie especular con las palabras I DO YOU en grandes dimensiones obstruye la entrada a la Neue Nationalgalerie, emblema de la arquitectura de cristal y acero construida por Mies van der Rohe en Berlín entre 1965 y 1968. Interviniendo, tanto en su interior como en su exterior, con piezas escultóricas e instalaciones procedentes de diversos períodos, en su conjunto las obras configuran entre sí una semiótica que, en sincronía con el entorno, abre cuestiones relativas a la masculinización de la arquitectura y del espacio urbano así como a la planificación de los trayectos, la gestión de la circulación y la organización del deseo y del consumo en la ciudad. La transparencia de los cristales del cubo de la Neue Nationalgalerie refleja especularmente imágenes de las arquitecturas de una Postdamerplatz que, arrasada por los bombardeos de los aliados en la Segunda Guerra mundial y tierra de nadie hasta la caída del Muro, fue reconstruida como centro financiero y empresarial, cultural, de ocio, gastronomía y atracción turística con la firma de afamados arquitectos: Helmut Jahn, Hans Kollhoff, Richard Rogers, Renzo Piano.
I DO YOU es uno de los eslóganes con los que, al igual que YOU CAN, DO IT, BE FREE o GET IT, el capitalismo conecta la publicidad, el consumo de masas y los itinerarios por las ciudades, estimulando, bajo una ideología económica, la prepotencia del deseo.
La presencia dominante de la estructura y de los materiales –espejos, cadenas, esposas, neones, superficies deslizantes, eslóganes, escaleras y andamios metálicos– en la instalación de Bonvicini apunta a un espacio urbano neo-capitalista con el imperativo nihilista del mensaje: eres una pieza conducida por el programa y la organización de un sistema, el reflejo de una maquinaria lubricada por la sustancia de tu deseo que nosotros dirigimos. ¿Es I DO YOU en las ciudades neocapitalistas la pervivencia de un lema de poder, iniciado en el núcleo de la arquitectura moderna? Es necesario asimismo recordar los orígenes autoritarios de una propaganda, que comprimiendo el lenguaje –eliminando la sintaxis o reduciéndolo a siglas–, emite una orden en una única dirección, un imperativo sin posibilidad de respuesta: OBEDECE. I DO YOU implica la voluntad planificadora, coordinadora y ejecutora de una razón técnica que no admite el diálogo ni la participación de quienes devienen así “material humano” maleable según la determinación dirigente y los “programas” que regulan colectivamente la vida cultural y política en la ciudad, planteando la pregunta por su pertenencia.
Esquivando la entrada, en el interior una gran plataforma cúbica central eleva frontalmente una superficie de espejos que reflejan la inmaterialidad y fugacidad de nuestros cuerpos, su condición de imagen móvil e ingrávida.
Perdida la noción del cuerpo, las/los visitantes se mueven en un vacío especular como si no existiera más materia ni más identidad que la de las superficies lisas, cuya circulación es subrayada por You to Me (2022), esposas de acero colgando con cadenas del techo que no permiten movimientos fuera del itinerario lineal marcado por los raíles por los que se deslizan.
En los paneles especulares de la plataforma se puede leer la palabra DESIRE en grandes dimensiones, o bien jirones de leves sensaciones, breves reflexiones: it was an unclear night, you finally built walls, there was not light, it was not day or night, find a friend, not an architect, mientras que Tonnen Alte Nationalgalerie (1998), un montón de escombros procedentes de la fachada de la Alte Nationalgalerie, restaurada tras la caída del Muro en 1989, indica la materialidad de una arqueología cuyo espesor ya no existe, suplida por un nuevo mundo que reconstruye las ruinas del viejo Berlín como reliquia y espacio de rememoración.
La construcción de andamios y escaleras de tubos, cadenas metálicas y plataformas de acero galvanizado, Scale of things (to come) (2010) soporta y da acceso a la plataforma superior de 500m2, iluminada de forma deslumbrante por una escultura colgante de neones, donde se puede “descansar” en Chainswing Belts (2022), hamacas de cadenas metálicas y en Bonded Eternmale (2022), irónicas sillas de diseño revestidas de cuero, así como caminar y pisotear el suelo en cuya superficie las imágenes de pantalones serigrafiados en la moqueta, tirados como residuos, exponen la intimidad de Bonvicini como ama de casa.
Un ruido atronador, procedente de un cubículo semi-cerrado, golpea el espacio. En su interior, Hausfrau Swinging (1997), un monitor con un video en el que la artista desnuda y con una casa en la cabeza se da golpes contra las paredes, denuncia la ocupación patriarcal del espacio público, la exclusión de las mujeres en la arquitectura y se rebela contra el estereotipo de mujer encerrada en la esfera doméstica. Recoge así las protestas de tantas mujeres cuyo destino fue confinado por los arquitectos a las cocinas o de arquitectas luchando por su profesión que tienen que masculinizarse en un reino de hombres competitivo, como Dorte Mandrup “(…) no soy una arquitecta. Soy un arquitecto. Cuando hablamos de género, tendemos a hablar de mujeres. Los hombres no tienen realmente un género. Sólo son neutrales”, o Zaha Hadid: “Es una industria muy dura, dominada por hombres, no sólo en los estudios de arquitectura, también entre promotores y constructores”, “No lo intentes, porque no vas a ganar este concurso”.
No sólo la arquitectura aparenta una ausencia de género y los arquitectos un género neutro, sino también, como denuncia la arquitecta sudafricana Khensani de Klerk, limita a las mujeres el acceso a un espacio definido por “el hombre blanco”, identificado con la figura de Le Corbusier “como un hombre blanco fumador de puros sentado en su silla moderna”.
En este contexto, Retrospective (2022), once altavoces situados en las terrazas alrededor del cubo de cristal, por los que una voz recita los dos mil títulos de obras realizadas por Bonvicini a lo largo de su carrera, supera el narcisismo de la autoría deificada del arquitecto “estrella” para anunciar y difundir el trabajo de la artista, rescatándolo del silencio y del anonimato.
Hasta el 31 de abril