Por: Alejandro Ratia
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Les Rencontres de la photographie d’Arles
Arlés es una pequeña ciudad tomada por la fotografía durante los veranos. Es la estación de sus célebres Rencontres, o Encuentros anuales. No son sólo las muchas exposiciones, hasta cuarenta, que ocupan parques, supermercados, iglesias y fábricas. Las calles están plagadas de afiches y fotografías pegadas directamente sobre las paredes, en una suerte de festival paralelo. Hoteles y bares incorporan la fotografía contemporánea como decoración. En realidad, las actividades al respecto perduran todo el año, aunque sin tal intensidad. Hay numerosas galerías y librerías especializadas, y talleres que no cierran.
Varias calles y plazas han sido rebautizadas con nombres de fotógrafos. Entre ellas no falta la dedicada a Lucien Clergue. Nacido en la propia Arlés, fue este fotógrafo quien creó en 1970 estos Encuentros junto a su colega Jean-Pierre Sudre, y junto al escritor Michel Tournier y al historiador Jean-Maurice Rouquette. 54 ediciones, por lo tanto. Un único parón el año del COVID.
Arlés y su comarca, la Camarga, no parecen especialmente prósperos. Parte del encanto de la ciudad tiene que ver con su abandono. El impacto económico de los Encuentros se intuye significativo. Pululan los visitantes, con su forfait como salvoconducto. Bastantes anglosajones. Las dimensiones de evento descartan la idea verlo todo en un día, y obligan a buscar alojamiento. Quien quiera hacerse con todas sus publicaciones anuales, necesitará además una maleta adicional. Sorprende enterarse de que la venta de entradas financia la mitad del presupuesto.
Creo que, por vez primera, se ha intentado ordenar el programa expositivo creando secciones. Estas secciones, no obstante, van entremezclándose en espacios y calles. Una de ellas, la más específica, tiene que ver con el cine: De films en images. Hay otras cuatro secciones que han bautizado Puestas en escenas (Mises en escènes), Volver a visitar (Revisiter), Geografía de la mirada (Géographie du regard) y Reminiscencias (Réminiscences). Por otro lado, existe Emergencias (Émergences), en el espacio muy específico de la iglesia de los Predicadores, que reúne a los diez artistas seleccionados por la Fundación Louis Roederer. Muchas exposiciones, muchos nombres y, salvo despiste por mi parte, ningún artista español.
Christoph Wiesner, actual director de los Encuentros, ha elegido un lema global, “Un estado de conciencia”, suficientemente ambiguo. La extrañeza del mundo y sus problemas parecen exigir abordajes múltiples, y justificaría el cajón de sastre expositivo, que cuenta además (cual muñeca rusa) con varias colectivas con sus comisarios correspondientes. Una diversidad que no sé si se agradece en la teoría, pero sí en la práctica, pues limita el aburrimiento.
La aludida conciencia del mundo parece que pueda comenzar por la comprensión de los contextos sociales concretos, algo que sucede con el proyecto de la iraní expatriada en Francia Hannah Darabi, Soleil of Persian Square, dedicado al microcosmos de Tehrangeles, la comunidad iraní en Los Ángeles, comunidad lo suficientemente grande para haber creado una subcultura propia. No sólo se trata aquí de unas excelentes fotografías, sino de música urbana, publicidad callejera, y de calibrar, gracias a ello, un ensayo de lo que podría ser una cultura persa desarrollada en libertad, una célula de resistencia espontánea.
La exposición de la iraní se incluye en la sección Puestas en escena. Allí también se ha hecho encajar Sosterskap (Sororidad), una colectiva de fotógrafas escandinavas. En esos países del norte, varias generaciones han crecido bajo la tutela del “Estado Providencia”, y esta exposición nos remite a los problemas enquistados bajo una capa de seguridad y de igualdad de género que puede ser hipócrita. Las fotos de la finlandesa Emma Sarpaniemi plantean una pose continua, una depresión camuflada por colores saturados, todo supuestamente divertido, donde siempre se deja ver, como signo de ficción, el cable disparador, que revela una condición global de farsa, sobre todo en la asunción de roles. No por nada, esta joven fotógrafa declara su devoción por Cindy Sherman.
En esa exposición escandinava y feminista, lo más interesante, de lejos, es la obra de Annika Elisabeth von Hausswolff (Oh mother, what have you done?) Se trata de imágenes de mujeres en proceso de arresto, encontradas en la prensa o internet. Esposadas, vueltas de espalda o con la cara pixelada. Ocupan las paredes, impresas en vinilo, sobredimensionadas. El título es significativo. Tal como el niño no tolera la transgresión en la madre, la sociedad no la acepta en la mujer. La imagen de la mujer esposada resulta escandalosa.
Frente a la sociedad, entendida como puesta en escena o drama, el medio natural, el paisaje o el patrimonio son objeto de la sección Geografía de la mirada. El modelo “atlas”, pasando por Ed Ruscha y los Becher, se mantiene vigente y se extrapola a la era digital en el proyecto de Eric Tabuchi y Nelly Monnier L’Atlas des Régions Naturelles que se apreciará mejor en la web (https://www.archive-arn.fr) que en la sala de exposiciones. Insolare, de Eva Nielsen y Marianne Derrien, en esta misma sección, es uno de los proyectos específicos, y que tienen, además, a la Camarga, la comarca de Arlés, como asunto. Un trabajo híbrido bastante aparatoso, pero, a mi entender, escasamente interesante, una a modo de arqueología del paisaje, que ocupa uno de los espacios mejores: en el claustro de Saint-Trophime, en la vieja catedral.
La sección Reminiscencias vendría a hablar de la fotografía como “arte medio” (al modo del ensayo de Bordieu), como cuestión de archivo y objeto literario. Lo más interesante aquí es Casa Susanna. La historia real que se nos cuenta tiene regusto a ficción, algo así como un relato de Vila-Matas. Una colección de fotografías, halladas en un rastrillo neoyorquino, conducen al descubrimiento de un colectivo transgénero oculto en la Norteamérica de los 50 y 60. Los protagonistas de la historia no juegan, en sus ratos libres, a ser locas, sino mujeres respetables, impostando los modelos de las revistas femeninas. Álbum de familia fingido, lugares comunes descolocados. No es extraño que las cartelas nos revelen que alguna de estas fotos terminó en la colección de Cindy Sherman (y vuelvo a citar a esta artista, ubicua).
Hay dos muestras dedicadas a maestros de la Fotografía que cumplirían ahora cien años. La más llamativa y acaparadora de visitantes, la ‘integral’ de Diane Arbus, en la Fundación LUMA. Son todas las copias autorizadas, a partir de sus negativos, realizadas por su alumno Neil Selkirk. Bajo el título Constellation se presentan en un montaje peculiar, y bastante discutible. Virtud de esta muestra abrumadora, hacernos apreciar aspectos ocultos de la fotógrafa, por ejemplo, sus retratos de artistas como Oldenburg o Duchamp, que pueden servir como clave para una relectura.
El otro centenario es el de Saul Leiter. Su antológica ocupa el Palacio Episcopal. Diane Arbus y él compartieron Nueva York, pero parece que fueran ciudades diferentes. Frente a la mirada frontal, desnuda, de ésta, la de Leiter tiende a ser lateral, fragmentaria. Hay cristales empañados interpuestos, se prefieren las sombras a los cuerpos. Se experimenta con el color. Las vistas cenitales recuerdan la obra paralela del artista como pintor abstracto. Si Duchamp y el Pop se asomaban en Diane Arbus, aquí seguía sonando el Bebop y el Expresionismo Abstracto.
Es interesante el acomodo de ciertas exposiciones a sus espacios. Algunos son iglesias desacralizadas. En una de ellas (en la de los Trinitarios) se encuentra enormemente a gusto la obra de la polaca Zofia Kulik. Tengo dudas de cómo funcionaría en otro lugar. Los complejos y excesivos collages de esta autora ordenan su alfabeto de imágenes a modo de decoración religiosa, rosetones góticos, grutescos renacentistas. Y también, aunque en las antípodas estéticas, la exposición de Gregory Crewdson es feliz en una nave industrial recuperada, junto a la torre LUMA, en La Mécanique Générale. Crewdson es señalado ejemplo del “tableau vivant” fotográfico. Lo que se ve en Arlés, en una exposición de grandes proporciones, donde se despliega una trilogía desarrollada en la última década. Prologándola, extrañamente, una serie del 96, que nadie imaginaría suya, pero que es lo más interesante. Se trata de pequeños nocturnos, en blanco y negro, dibujados por luciérnagas. Memoria de lo efímero que se burla de lo humano, muy ajena a sus puestas en escena de aire cinematográfico, y resueltas con presupuestos y modelos de producción cinematográficos.
Con buen tino, lo de Crewdson se ha incorporado a la sección De films en images, la dedicada al cine. Podríamos imaginar aquí, exposición a exposición, varios escalones, en un descenso a los infiernos hacia la inmovilidad, o inoperancia del cine, y de un cine devorante y devorado por la fotografía. La crónica de la película primera de Agnès Varda, La Pointe Courte, de 1954, nos lleva a otros tiempos, y nos puede emocionar al entrever la ilusión de la joven creadora, transitando de la fotografía al cine, dudando entre la abstracción y el documentalismo. Descendiendo a la Posmodernidad, la memoria del rodaje de El amigo americano de Wim Wenders, hecha a través de sus polaroids, nos deja, sobre todo, con la profecía de Dennis Hopper haciéndose primitivos selfis como un loco, suicidándose con su polaroid.
Uno de los mejores encuentros, dentro de estos “Encuentros”, lo disfruté (personalmente) en la exposición titulada Scrapbooks, comisariada por Matthieu Orlean.
Se trata de una importante selección de estos “libros de recortes”, libros-collages que no dejan de ser como los álbumes en que se afanan tantos psicópatas de película (uno de esos álbumes está aquí, por cierto, el que se hacía Jack Nicholson en El Resplandor). Los psicópatas son esta vez cineastas singulares, con sus manías. Derek Jarman, Chris Marker, Jim Jarmush, Pedro Costa y muchos otros. Cineastas o gente que fue su amiga y cómplice, como Marie-Laue de Noailles, mecenas del primer Buñuel. Está bien ver en los collages de esa aristócrata, ya madura, a Grace Kelly y Rainiero intercambiar roles sexuales. Feliz ejercicio de las tijeras sobre las páginas de sociedad. No sé si Buñuel y ella hojearían juntos estos álbumes en algún momento de ocio. Pero puedo imaginármelo.
Dirección artística: Christoph Wiesner
Hasta el 24 de septiembre