Matadero Madrid |
Por: Juan Jesús Torres
La teoría del arte asumió, no sin esfuerzo, que el fracaso de lo monumental venía de la mano de una oportunidad espacial de condición negativa, esto es, señalando su autonomía del pedestal o la representación. En su referencial texto La escultura en el campo expandido, publicado en el número 8 de October, en la primavera de 1979, Rosalind Krauss recordaba al socarrón Barnett Newman definiendo la escultura como “aquello con lo que tropiezas cuando retrocedes para mirar un cuadro” Si bien el intento de Krauss era explicar el reverso de la instalación en relación con la construcción, convertida ésta en hecho artístico que podría denominarse escultura, lo cierto es que acabó por constituir un axioma de la ocupación que se separaba de forma irremediable de la representación monumental. Ella entendió la escultura como un emplazamiento señalizado, un lugar escogido que soportaba el peso referencial de la obra sin necesidad de incluir el material. Es razonable, por tanto, identificar una instalación en relación con el nuevo lugar que ella misma configura.
El material de Janet Cardiff (1957) y Georges Bures Miller (1960) es el sonido. Las herramientas que escogen son musicales e incluso el lenguaje a veces utilizado es sinfónico u orquestal. Sin embargo, no hay duda, ante sus instalaciones, que su intento es escultórico. Sus paseos sonoros (Walks), en los que hacen partícipe al espectador y al espacio al mismo tiempo, han sido tratados en diferentes enclaves fundamentales del arte contemporáneo: La Fundación Louis Vuitton en París, el MET de Nueva York, la Bienal de Venecia o el Museo Reina Sofía, su última vez en España, en 2015. Ahora la fundación TBA21, la ramificación preocupada de la creación contemporánea del Museo Thyssen Bornemisza, que este año celebra su vigésimo aniversario, recupera The Murder of Crows, la instalación sonora originalmente compuesta para la 16ª Bienal de Sidney en 2008. El escenario escogido es Matadero Madrid y la intención clara: acercar a un público más amplio, que no sólo se preocupa por la creación artística de intenciones museísticas, un tipo de obra participativa y legible pero de profundas connotaciones propias del lenguaje del arte contemporáneo.
Esas hondas indicaciones van desde la consciencia escultórica de la pieza hasta la elección del caso que se pretende investigar. Cardiff y Bures Miller se sirven de 98 grandes altavoces dispersos en la sala para construir un complejo paisaje sonoro de voces encontradas y sonidos recogidos por grabadoras de alta tecnología que se reproducen a través de dispositivos ambisónicos. La materialidad del sonido es palpable hasta el punto de convertirse en eje central de una narración de algo más de media hora donde el deseo, la memoria (también su pérdida) y el amor, confabulan un imaginario disperso, acaso roto, pero profundamente sensible. De este modo, The Murder of Crows, título que en inglés atañe a una estampida de cuervos, pone en cuestión varios aspectos propios de los códigos del arte actual. Por un lado, responde a una problemática local y folclórica (algunos han denominado a esta revuelta como un arte situado); en la cultura británica, el cuervo conlleva numerosos ritos supersticiosos, relacionándolo con la muerte –los cuervos circundan el cadáver de un miembro de la bandada cuando éste muere–. Por otro, la obra parte del análisis del Capricho 43 (1797–1799), conocido como “El sueño de la razón produce monstruos”, de Francisco de Goya, donde la pesadilla se formaliza en una bandada de pájaros que parecen salir de la desdicha moral del hombre.
La ignorancia, el despotismo, el sinsentido y la arrogancia de una clase política supersticiosa, imprevisible y dominante son, como lo era en el tiempo de Goya, los conceptos fundamentales que alimentan la crítica de la propuesta de Cardiff y Bures Miller. Ahora, el bucle desorbitado del poder y el desasosiego de nuestro mundo hiperconectado y globalizado parecen haber renovado el mismo oscurantismo que Goya soportó. En plena escalada bélica en el corazón de Europa, se hacen evidentes las consecuencias de un mundo polarizado y dominado por las falsas verdades, los discursos populistas y la amenaza constante. En nuestros tiempos de guerra parece no haber razón, la misma que Goya proponía como única escapatoria de la barbarie. The Murder of Crows funciona como tres pesadillas contemporáneas, tres ensoñaciones narrativas que amplían la posibilidad del espacio para convertirlo en un emplazamiento experiencial donde las imágenes son evocadas, donde la materialidad está latente y donde nadie tropezará queriendo ver imágenes falsamente representativas colgadas de una pared.
Hasta: 24 de julio de 2022.