Confieso que tenía cierto miedo respecto a que el lenguaje de este artista, al que conozco y admiro desde hace treinta años, fuera una apuesta demasiado sutil para el macroencuentro de Venecia donde, si no se alza la voz a través de ciertos impactos, se puede pasar desapercibido. No sé si sucederá, es posible. En cualquier caso la propuesta de Aballí me parece impecable, recoge y nos devuelve su forma de “hacer” y “ser” en el arte desde casi sus comienzos.
Su propuesta se titula “Corrección”. Toma el Pabellón y “corrige” su posición desplazada en su interior. Plantea un Pabellón, una estructura arquitectónica, como soporte de una obra que “rehace su estructura” convirtiéndose en una especie de escultura que la invade y traiciona, que le saca los colores respecto a su desequilibrio. Aballí plantea las contradicciones que nos atraviesan: la confrontación entre correcto e incorrecto, entre equilibrio y desequilibrio, lleno y vacío… Aparecen las alusiones a su propia trayectoria e intereses: la pintura (los tonos del blanco), la escultura (invadir el espacio con formas fuertes de apariencia discreta). Lo mínimo que adquiere peso y nos inquiere, no hace pararnos y cuestionar lo que nos rodea, lo que percibimos y lo ignoramos.
Y luego propone la salida del espacio de los Giardini para recalar en distintos puntos de esa Venecia que sigue viva, existiendo al margen del circo turístico. Un nuevo mapa, un nuevo recorrido de la ciudad… Seguiremos.
Alicia Murría