Por: Emanuela Saladini |
Tengo todavía un recuerdo entre fascinación y temor por el camión de la película de Spielberg “El diablo sobre ruedas” de 1971. Cada vez que un TIR, un camión de transporte internacional, pasa al lado de mi coche, desplazándolo por el movimiento del aire, intento entrever el nombre del camión sin mirar al conductor. Cada camión tiene un nombre, como los barcos, y como en los barcos es un nombre de mujer. Me encanta espiar el interior de los camiones, estas vidas paralelas a la nuestra, que transitan las mismas carreteras, pero con objetivos desconocidos y, muy a menudo, en horarios nocturnos. Estos restaurante y espacios de descanso que pertenecen a los camioneros y que, cuando entras en ellos, parecen echarte rápidamente fuera como un cuerpo extraño.
Francesc Ruiz representa este mundo al mismo tiempo ajeno y real, multiplicando su rareza y fascinación gracias a las reproducciones de unos elementos de los polígonos industriales: camiones, paneles, publicidad y neumáticos. Unos colores saturados, una estética de publicidad al por mayor, unos pasillos llenos de folletos que parecen haber sido esparcidos por el viento, llenan el espacio del EACC, transformándolo en otra cosa. Una “ciudad del transporte”, así se llama el polígono de Castellón de la Plana al que se refiere el artista, una ciudad paralela habitada por neumáticos y hombres michelin, un mundo inquietante y fantástico.
Después de la primera mirada al proyecto, hay que empezar a buscar indicios. La intervención del artista emociona a causa de las dimensiones, transformando el espacio anodino del museo en algo al mismo tiempo conocido y ajeno; los folletos de publicidad, los buzones, las ruedas, parecen ser un código para descifrar. Así que encuentro, entre los distintos folletos que imitan trípticos publicitarios, tirados en el suelo, en los bancos, en los buzones, un cómic que se titula Ciudad del transporte, manual. En éste, unos dibujos efectistas que simulan la velocidad y la multiplicación, elementos todos de un polígono dedicado al transporte y a la rotatoria, retratan un espacio paralelo con leyes propias. Ciudades del transporte, zonas francas, polígonos industriales, así empieza el comic, como adentrándonos en una zona limite sin leyes o con leyes diferentes. Dentro del juego de reproducciones y de una estética “post-pop”, descubrimos una crítica sutil, una ironía que revisa nuestro modelo de vida. La ciudad del transporte se transforma en una zona “rebelde” donde es posible imprimir un mundo diferente. Imprimir paquetes de aperitivos, cartuchos de impresora, bebidas, pero también dinero, pasaportes, medicamentos y matrículas de coche.
La apuesta de Ruiz, sin embargo, no es sólo conceptual: una tanta-historia sobre un mundo paralelo. Aunque el espectador no tuviera tiempo o energía para buscar explicaciones, la modificación del espacio del museo en “otra cosa” resulta suficientemente auto-explicativa. Por una vez no hay que transformarse en “Celibataire de l’art”, como diría Proust, en expertos del arte que diseccionan fríamente una obra para demostrar su erudición o su perspicacia. En esta instalación todos los elementos juegan juntos para regalarnos la sensación de entrar en un espacio “otro”, un espacio que nos fascina por su extrañeza y, a la vez, por su parecido con el mundo que conocemos. Un espacio que, finalmente, es significativamente diferente a un museo o a una galería de arte: un espacio cómplice de experimentación, inclusión y disfrute tanto para los artistas como para los ciudadanos.
Existe sin embargo un punto de inquietud que parece fundamental en este proyecto. En el Pop Art la multiplicación de las imágenes del cine, la publicidad y el cómic, nacían de un mundo de producción masiva en plena expansión. El universo paralelo de Francesc Ruiz pertenece a una economía en disolución; un universo de imágenes que han perdido todo su brillo, una imaginería en recesión. Por esta razón, después de la primera sensación de disfrute y juego, nos quedamos con la inquietud de un mundo paralelo, inventado por el artista, que podría destruir el nuestro. Un apocalipsis de ruedas y camiones.
Del 29 de octubre de 2020 al 12 de febrero de 2023