Por: Alfonso López Rojo |

Félix González-Torres: doble lectura

Hay dos maneras muy diferentes de visitar la exposición dedicada a Félix González-Torres que se celebra en el MACBA: Una es dejándote llevar por las sensaciones y el conocimiento que ya tengas del artista. Y la otra, es hacer lo mismo, pero leyendo los carteles de presentación que guían el recorrido de la muestra. La primera te puede enganchar. La segunda te puede desconcertar.

Y es que, por una parte, el museo presenta un buen número de obras del artista, y un montaje despejado y agradecido dentro y fuera del edificio. Pero, por otro, el conjunto se enmarca dentro de una lectura comisarial que, en nuestra opinión, abusa del principio de libre interpretación que el propio artista propagaba al referirse a la recepción de sus obras.

Obra abierta

Sabido es que la intención de Félix González-Torres (FGT) al concebir su trabajo se inscribe de pleno en el concepto de “obra abierta” que Umberto Eco, y Roland Barthes (“La muerte del autor”), dejaron bien prefigurado en la década de 1960 para la que había de ser la estética contemporánea más productiva.

Más cerca en el tiempo nos queda el lugar central que la obra y la trayectoria de FGT ocupó en los análisis de Nicolas Bourriaud a la hora de caracterizar como “arte relacional” a buena parte de la creación de la década de 1990.

Por otra parte, si estamos de acuerdo en considerar a FGT como uno de los ejemplos más claros (o más obvio) de artista postconceptual, nada puede extrañar que todo su proyecto ponga el énfasis en la dimensión mental-interpretativa de la obra de arte, considerada, en su materialidad –o sin ella- , como un artefacto o punto de partida para pensar: este es al fin y al cabo el logro (y el huevo de Colón) del arte conceptual histórico.

El juego de las interpretaciones

Y sin embargo, y aún con todas esta referencias, ¿podemos sostener que la obra de arte es infinitamente interpretable?

Pues sí, y no. Sí, si tenemos en cuenta que la apertura constante a la interpretación no solamente corresponde de forma intrínseca a la propia naturaleza de la obra de arte, sino que es su propio destino en tanto que eterna hermeneútica o infinito juego de las interpretaciones…

La obra de arte se abre ante nosotros como la más pura posibilidad de conceptualizar; y, a la vez, se cierra ante nosotros justamente por la imposibilidad de hallar ni un solo concepto en la que pueda quedar atrapada. Mentalmente te quedas flotando (es lo que llamamos experiencia estética), y no queda más remedio, pues, que seguir interpretando (es lo que llamamos subjetividad).

Por el contrario, diríamos que la obra de arte no es infinitamente interpretable cuando en el ejercicio de la facultad de interpretar no predomina una coherencia firme. Es decir, cuando el intento de interpretación -que no es otro que la búsqueda de sentido- resulta tan simple, forzado o retorcido que se diluye en el absurdo o, mejor dicho, en la propia pérdida de sentido.

Y esto es lo que pensamos que, en buena parte, ocurre en la propuesta expositiva de Tanya Barson, la comisaria de la muestra del MACBA “Felix Gonzalez-Torres. Política de la relación”* a la hora de desplegar su propósito de “presentar una nueva lectura de uno de los artistas más influyentes del siglo XX”.

Consenso

No cabe duda de que, actualmente, tratar de realizar una exposición novedosa -o de tesis- sobre FGT no es fácil, y ya mérito tiene el hecho de proponérselo. Y no es fácil, no ya solo porque es un artista muy internacionalizado a través de su presencia en museos y exposiciones, y en los más diversos foros y mercados, sino porque, dada la corta vida de FGT, su repertorio creativo es limitado y, sobre todo, es muy conocido, dado que sus estrategias estéticas fueron muy concretas y muy logradas: los caramelos, las cortinas, los relojes, las pilas de papel, las ristras de bombillas, los espejos, los puzzles, los retratos lingüísticos y las vallas publicitarias.

Por otro lado, aportar puntos de vista al aparato crítico ya existente sobre FGT, también es difícil. Difícil es, por ejemplo, superar o añadir algo sustancioso a la interpretación y al análisis referencial que Nancy Spector elaboró en el catálogo (que es un libro, en realidad) de la exposición sobre FGT de la que fue comisaria en el museo Guggenheim de Nueva York en 1995 (y que fue la misma que, en su itinerancia europea, y comisariada por Gloria Moure, se pudo ver en CGAC de Santiago de Compostela hasta dos meses después de fallecer el artista, en enero de 1996).

En cierto modo, y salvando todas las distancias que se tengan que guardar, el “consenso” existente en torno a la figura de FGT recuerda al que antaño hubo sobre Joseph Beuys en la crítica y en las instituciones más influyentes. Y sin embargo la celebración del centenario del nacimiento de este artista va pasando sin pena ni gloria. Al menos está es la sensación que nos invadió durante el transcurso de la exposición dedicada a Beuys en Barcelona con el título “Pedagogía radical, democracia directa y plástica social” (Palacio de la Virreina. Comisario: Valentín Roma). La exposición coincidió en fechas con la de FGT.

Sin título

La forma característica con las que FGT nombraba a sus obras como “Untitled”, seguido de un paréntesis en el que el artista ofrecía una pista sobre la que pudiera ser su intención a la hora de concebir la pieza es, junto a la voluntad del artista de que sus obras pudieran adaptarse a nuevos contextos, y su recepción fuera intemporal y libre como el viento, la base sobre la que Tanya Barson encuentra legitimidad para adoptar en la exposición la línea interpretativa tan forzada que hemos mencionado.

Con estos mimbres, la comisaria londinense se convierte en hispanista y, por si no nos habíamos enterado, nos cuenta nuestra historia a través de las creaciones de FGT. Así, por ejemplo, “Untitled” (Republican Years), de 1992, “tendría que ver con el soporte de la ciudad -Barcelona- al gobierno legítimo de la República española durante la Guerra Civil”.

La pila de papel “Untitled”. (We Do not Remember), de 1991, “escrita en alemán y en la letra gótica predilecta de los nazis, puede ponerse en relación con las conexiones históricas de España con el régimen alemán, con la amnesia de España respecto a su propio pasado fascista todavía no resuelto y a sus resonancias contemporáneas”. Del mismo modo que “Untitled” (Perfect Lovers), los relojes sincronizados, una de las piezas más conocidas de FGT, para la comisaria podría tener un significado adicional al sugerido por el artista (una representación del amor, gay y no gay), que le vendría inspirado por el hecho de que “después de la victoria franquista, el uso horario español se va a ajustar con el alemán en vez de con el que le correspondía por su zona geográfica”.

Y todo es un poco así. El “activismo sutil” de FGT al que se suele referir Tanya Barson, a nuestro juicio, se desvanece ante la tosquedad de la interpretación derivada de la arriesgada estrategia comisarial escogida. Y es que, siguiendo esa línea, podríamos convenir interpretaciones como que el mar de caramelos azules al que se asemeja la pieza “Untitled”(Blue Placebo), de 1991, podría remitirnos a los numerosos pantanos que se crearon durante el franquismo (recuerden la frase del Caudillo: “Queda inaugurado este pantano”).

O, también, podríamos terminar por pensar que la luz tenue de las cuatro ristras de bombillas colocadas en la exterior de la torre del MACBA, y que, por su disposición, tanto recuerdan a las cuatro barras de la bandera catalana, son – sin tratar de dar la razón u ofender a nadie- una metáfora del proceso catalán “a medio gas”. La obra de FGT que se ha redireccionado en este caso es “Untitled” (America) de 1994.

No sabemos si nuestra crítica es del todo errada o si, por el contrario, el modo comentado de interpretar, reconducir, recontextualizar o establecer una “doble lectura” de las obras de FGT marcará tendencia, y abre líneas de futuro para otros artistas… Pero, lo que sí sabemos es que, interpretaciones aparte, la visita a la amplia exposición dedicada a Félix González-Torres en el MACBA vale mucho la pena.

*En el texto, se ha conservado “Felix Gonzalez- Torres”, sin acentos, al referirnos al título original de la exposición del MACBA, que respeta la decisión del artista de eliminar los acentos en su nombre y apellido

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