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El pasado en el presente (12 escenas/escenarios de Correa y Loureda)

Por: Alicia Murría |

Mucho se ha escrito en torno a qué es o a cómo definir la performance y el trabajo del performer.  Seguramente dentro de las diferentes maneras de entender esta práctica artística, tanto como sus orígenes, el acuerdo se centra en cuanto a que  es un tipo de producción donde entra en juego de forma fundamental el cuerpo, el espacio y el tiempo. Digamos que es la interlocución/intersección entre estos tres ámbitos de experiencia. Para muchos autores sobre estos tres ejes gravitaría un cuarto aspecto que tendría que ver con la anarquía y la provocación. Desde luego a veces, pero no siempre. La performance no busca relato sino cortocircuito, un pensar de otra forma, sin la continuidad de un relato con inicio, desarrollo, y fin, pero, en realidad, gran parte del teatro moderno y del cine experimental también comparten esta formalización a la hora de construir un “relato”. Lo cierto es que no creo que definiciones y categorizaciones sean fundamentales a la hora de acercarse a una obra relacionada con la acción o la performance.

correa y loureda

Nieves Correa es una artista que lleva décadas desarrollando un trabajo de performer, indagando, de manera paralela, en el ámbito teórico; se podría decir que pertenece a una generación que ha absorbido las enseñanzas de artistas precursoras y referentes de alto voltaje en nuestro país y fuera de él, como son Esther Ferrer y Concha Jerez, pero también artistas como Fina Miralles, gran olvidada fuera de Cataluña hasta hace muy pocos años. Pero no se trata en estas líneas de elaborar una genealogía de este tipo de producciones.

Desde hace años Correa ha desarrollado, en paralelo al suyo, un trabajo conjunto y relevante junto a Abel Loureda. Y este proyecto viene a ser un nuevo eslabón de esa intensa labor productiva a dos voces.

En esta obra los artistas plantean como punto de partida el territorio deshabitado como material performativo. Señalan que no se trata de una aproximación sociológica, histórica, ni siquiera antropológica, pero es imposible que el espectador no apunte algún rasgo en estas direcciones. Señalan la unión entre dos tiempos: el presente, como tiempo de la acción, y el pasado “como evocación de lo que fue y de lo que ya no es, un tiempo latente”.

(12) ACTOS DE MEMORIA, título de este ambicioso trabajo, está constituido por vídeo, fotografía y texto. La videoproyección nos muestra doce acciones independientes donde aparecen una serie de personajes que apenas interactúan. Sus movimientos no trazan ningún relato ni explican el sentido de su presencia, esta se convierte en evocación de otro tiempo en el cual la vida cotidiana daba sentido a los lugares. Sin embargo es en las fotografías donde se arroja luz sobre el sentido del proyecto. Si las acciones registradas en el vídeo utilizan un lenguaje que tiene algo de onírico, inconcreto, incluso metafórico, el material fotográfico nos enseña el acercamiento hecho a cada uno de estos escenarios de abandono.

Eligen tipologías, seleccionan, ordenan, esquematizan, hacen fichas, diseccionan… De este modo vemos la confluencia de dos vías de trabajo. De un lado, una mirada rigurosa, cercana a la del entomólogo que registra los detalles, que  bucea en la historia del lugar, en la forma física de los elementos constructivos, en su función, describiendo con exactitud su historia,  incluso rescatando los nombres de sus moradores, las ordenanzas que modificaron su destino… Por otro lado, todo esto se impregna de una especie de añoranza, sin blandura, que constata las pérdidas, las ausencias… Para el espectador funciona como una suerte de arqueología de emociones aunque no sea esta la intención de los autores. Si la visualidad se enmarca en estas coordenadas, otro tanto sucede con los sonidos, inventados o imaginados nos retrotraen a lo que pudo ser. La imaginación del espectador se atiene a lo real, en las fotografías y en los textos-fichas, o se despliega como cuando leemos sobre restos arqueológicos aparecidos que aportan luz sobre el pasado. Un conocimiento que nos enseña sobre nuestra muy inadecuada soberbia, esa actitud que se piensa acreedora de modelos novedosos, mucho más sabios, libres y atrevidos que los de nuestros ancestros, cercanos o lejanos. Me viene a la cabeza uno de los últimos descubrimientos de Pompeya; una cantina donde los productos (pollo, oveja, vaca, pescados) se anuncian con atractivos dibujos, como se hace hoy anunciando paella, ensaladilla rusa o platos combinados mediante fotos, y donde se anunciaba comida para llevar (takeawey) para los trabajadores del entorno.

Los autores sitúan todos estos espacios, elegidos -y significativos por su historia- en la geografía de la provincia de Segovia, en relación a dos diferentes segmentos temporales: el presente, como tiempo de la acción, y el pasado como evocación de lo que fue y ya no es. Dan forma a una especie de tiempo suspendido.

Señalan que no les interesa realizar un trabajo de corte sociológico o trazar un relato histórico sino atrapar la resonancia de esos espacios/tiempos que interpelan… Lugares perdidos en el tiempo.

Hoy se habla insistentemente de la España vacía o vaciada, ellos elaboran una mirada “sobre la despoblación y el abandono que quiere volver a habitar el pasado siquiera un momento para traerlo de nuevo al tiempo presente mediante las presencias que activan el espacio y lo transforman”. Sostienen que el arte puede acometer la función  de “dar un soplo de aire para que el pasado no muera del todo” y fijarlo, de algún modo, para el futuro a través de sus propias herramientas: la acción, la performance, la imagen y el registro.

Los doce lugares elegidos responden a tipologías de espacios en un amplio arco temporal, del siglo XIX a hoy, un lapso donde se registran transformaciones aceleradas en la vida rural que había mantenido formas de producción y de socialización con cambios relativamente pequeños durante siglos, y centrados en la provincia de Segovia. Los artistas ofrecen doce lugares, que aluden a los doce meses del año, a sus cambios climáticos, estacionales  y lumínicos, y centrados en seis  tipologías (pueblos y caseríos; iglesias, conventos y monasterios; estaciones de tren; edificios industriales y molinos; otros edificios: esquileos, palacios y hospitales; fuentes y lavaderos).

Les pregunto si este proyecto aborda de algún modo una arqueología de la experiencia individual, de experiencias humanas concretas, pues en ocasiones aluden a los individuos que trabajaron o vivieron en esos enclaves de los que hoy solo quedan rastros, vestigios de oficios, de actividades o de funciones sociales… Sin embargo ellos inciden que se trata más bien de una “activación” del espacio desde la experiencia de su propia acción y de las presencias que les han acompañado en cada una de estas acciones, y remarcan su interés por la vida de los lugares y sus ciclos. Para Correa y Louredo ese “habitar” de nuevo los espacios no parte de la idea de representación, de narración o de recreación histórica, no se trata de un trabajo documental; se trataría más bien de crear “actos de memoria” cercanos a la performance, donde las presencias son a la vez figuras del presente y del pasado, o del presente recordando el pasado.

También el sonido, en un juego que recrea cómo pudo ser el pasado, recrea el rumor del tiempo. Reinventan conversaciones, leves ruidos, silencios, voces a medias… Son palabras apenas inteligibles pero que nos retrotraen a lo que pudo ser y nos invitan a inventar historias que seguro fueron, pues son muy similares a las que nos acompañan hoy.

Estos “actos de memoria” podrían titularse como “lugares de memoria” en referencia a Pierre Nora que acuñó este término en la década de los 80. Los artistas aluden al autor francés en referencia al patrimonio simbólico de las comunidades. Correa y Loureda nos hablan del tiempo y su medida, de quienes nos han precedido dándonos la posibilidad de ser como hoy somos, de los lugares que han perdido su función pero no su elocuencia pues nos siguen diciendo de dónde venimos y por qué nos comportamos como lo hacemos pues no hay cortes… Pequeñas lecciones para pensar la vida y pensarnos.

Fechas: hasta el 5 de junio de 2022

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