Por: Piedad Solans |
La polémica sobre antisemitismo en documenta 15 de Kassel no ha estado –únicamente– motivada por unas caricaturas. Estas –un soldado con cara de cerdo y un banquero judío con dientes vampíricos y signos nazis– han sido el detonante público de un espectáculo mediático, político e institucional en el que diversos actores han abierto una grieta no cerrada desde el colonialismo y las políticas raciales abiertas por los autoritarismos de la primera mitad del siglo XX. Conecta sus raíces en extensión y en profundidad con conflictos y traumas históricos, del colonialismo al Holocausto y la partición de Palestina a las diásporas de personas desplazadas y refugiadas, afectando a los vínculos políticos y simbólicos entre el Estado de Israel con Alemania –que paga una deuda sin fondo por los crímenes del Holocausto cometidos por el Nacionalsocialismo–, Palestina y los países árabe-musulmanes, protagonistas de una cartografía de territorios devastados en el damero geopolítico mundial. Conflictos que no han sido ni serán resueltos, ya que fundan su pervivencia en antagonismos étnicos, ideológicos y religiosos, en fracturas territoriales, sociales y políticas de largo – y sangriento – recorrido histórico, en el que grupos y organizaciones de extrema derecha, supremacistas blancos, neonazis, islamófobos, postrevolucionarios o de extrema izquierda árabe juegan un rol y a cuyas reclamaciones y declaraciones ninguno de sus actores está dispuesto a renunciar. A ello se suman – aunque con menor capacidad de influencia estratégica y política – las críticas, acusaciones y reclamaciones poscoloniales que artistas, activistas y grupos indígenas, aborígenes y nativos de África a Australia, Malasia, India y Sudamérica que, expoliados, explotados, esclavizados o cuyas tierras y bienes fueron usurpados por la colonización y por ende, por la globalización, asientan satíricamente en el corazón de la industria militar y del Imperio financiero basuras, desechos, detritus, mercancías al por mayor, bazares, tiendas harapientas, chozas, chatarra, armas, ropa usada, eslóganes, pancartas, murales, imágenes grotescas de los poderosos e ideologías obsoletas de revoluciones marxistas y/o maoístas frustradas o abortadas por las dictaduras de tiranos locales apoyados por gobiernos occidentales y sus agencias de Inteligencia.
Así, los límites formales y programáticos de documenta 15 han sido rebasados y la ciudad se ha convertido en un campo de batalla si no sangriento, subterráneo, entre fuerzas históricas antagónicas, enzarzado por la acción que los media y organizaciones como Alianza contra el Antisemitismo de Kassel han desempeñado a la hora de influir e intervenir en la irresoluble, por indeseada, solución de los desacuerdos y las controversias. Si el inconsciente, como diagnosticara Sigmund Freud, no tiene tiempo, sería ilusorio pretender que, sin un trabajo democrático de fondo basado en el diálogo y la cooperación, la anamnesia, la autocrítica y el reconocimiento de abusos, crímenes y expolios, los fantasmas de las víctimas no retornarían con sus pancartas “land rights” o que abandonarían, una vez ocupado, el campo. Como ilusorio resultaría que “el otro lado”, es decir, los soportes gubernamentales y financieros de documenta, no tomara decisiones políticas ni emprendiera acciones económicas para silenciar y “corregir” las reclamaciones de la/os artistas y las agrupaciones “asaltantes”. Esta lucha desigual, donde se acusa a documenta de antisemitismo pero se revisan poco otros anti-, demuestra, a pesar de la resistencia artística y del artivismo político, quién tiene el poder en el mercado del arte.
Que el fantasma retorna al campo de batalla no es una metáfora. Henschel & Son, fundada en Kassel en 1810, la mayor fabricante de locomotoras de Alemania, que produjo asimismo desde 1935 los tanques Panzer y Tiger, los aviones de caza y bombardeo Henschel, camiones, armas y bombas, fue uno de los principales objetivos de los bombardeos de los aliados. La propia ciudad de Kassel fue convertida en un paisaje urbano de escombros y cenizas por las bombas. Precisamente en las cenizas neoclasicistas del Museum Fridericianum, cuyas columnas han sido pintadas de negro y consignas, dispuso en 1955 el fundador de documenta, Arnold Bode, pintor y arquitecto a quien los nazis prohibieron ejercer su trabajo de profesor en la Universidad de Berlín (cuya familia tiene una participación en consorcios fabricantes de municiones y armamento con sede en Kassel y Munich) tras tornar del exilio, los fundamentos de lo que se suponía la emergencia de una nueva era basada en la democracia, la cultura, el florecimiento del arte, del lenguaje y de la paz. No deja de ser significativo que en una ciudad con industria legendaria de armamento –“Rheinmetall y KMW fabrican conjuntamente algunos productos como el tanque de combate Leopard o el de defensa Boxer. Krauss-Maffei Wegmann, que es una empresa independiente de Krauss-Maffei desde 2000 y tiene su sede en Múnich, fabrica el carro de combate Leopard 1 y 2 usado por el ejército alemán. (…) El Leopard 2 se produjo por primera vez en 1979 y la última versión es el A7. Además de Alemania, las fuerzas de armadas de otros doce países utilizan el Leopard 2, también llamado EURO-Leopard. KMW, que también fabrica sistemas de artillería y de defensa aérea, el carro de combate Puma, la artillería PzH 2000, MARS, AGM y Donar, así como los sistemas de defensa aérea GEPARD y LeFlasys (…)” – se produzcan las obras, acciones performativas, instalaciones, debates, críticas y statements de artistas, curadora/es y colectivos contra las guerras, los conflictos geopolíticos y los vínculos financieros entre la industria bélica y los mercados de arte.
Como señala el arquitecto israelí Eyal Weizman refiriéndose al mural titulado Justicia Popular del colectivo indonesio Taring Padi, que suscitó el ataque contra documenta 15 por la representación de figuras antisemitas, “la fila de antisemitismo en Documenta fue más que una pancarta”. La batalla había sido iniciada meses antes de la inauguración por la organización islamofóbica Alianza contra el Antisemitismo Kassel, que acusó a documenta de “implicar a activistas antiisraelíes” en su edición. “La disputa no era sobre el propio legado de la institución (su cofundador, Werner Haftmann, era un criminal de guerra nazi) o la violencia en curso contra la comunidad judía de Alemania”. Tenía sustratos anti-islámicos, resultado de la creciente presencia de numerosa/os artistas del mundo árabe musulmán –Wael Shawky, Emily Jacir, Halil Altindere, Larissa Sansour, Bani Abidi, Jumana Emil Abboud– en anteriores documentas, que planteaban crítica y abiertamente el conflicto palestino-israelí, la Diáspora, ciertas políticas racistas en fronteras y “campos de acogida” o las deportaciones de la Agencia Frontex. El “ataque” comenzó meses antes en el blog de la organización, que se opuso a la inclusión de algunos de los artistas invitados, como el Centro Cultural Khalil Sakakini en Ramallah y artistas del colectivo Question of Funding, que participaron en el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones, que presiona al gobierno israelí para que conceda la igualdad a los ciudadanos palestinos) fueron objetivos de las acusaciones. Según Weizman, “Las quejas pronto fueron recogidas por la prensa local y nacional, lo que ayudó a crear la impresión de que la Documenta de este año era deliberadamente antisemita”. Según un artículo de Ruairi Casei en la web de Al Jazeera, Palestinian artists targeted in Germany ahead of major art event, hubo una escalada de violencia y amenazas contra artistas palestinos, vandálicamente atacados antes de la muestra: “Apenas unas semanas antes de la inauguración de la documenta 15 (…), el artista palestino Yazan Khalili recibió un mensaje de WhatsApp en el que le informaban que habían entrado a robar en su espacio de exposición. Llegó a la sala en un antiguo club nocturno en Kassel, en el centro de Alemania, y descubrió que los intrusos habían encendido un extintor de incendios y pintado con aerosol lo que parecían ser amenazas de muerte en las paredes”. Las pintadas de corte neonazi con el número 187 en puertas y paredes y el nombre “Peralta” fue interpretada por los organizadores de documenta como “(…) una referencia al asesinato en el código penal de California, y ‘Peralta’ a la neonazi española Isabel Peralta, que tiene vínculos con la extrema derecha en Alemania”. Según declaró Khalili a Al Jazeera, “Había tanta emoción y miedo Esto se ha estado construyendo desde enero: muchas campañas mediáticas hostiles y agresivas… contra mí y otros artistas palestinos, o artistas que mostraron apoyo a Palestina”. Asimismo, la artista Yasmine el-Sabbagh, cuya obra abordaba el campo palestino de refugiados Burj al-Shamali en un archive audiovisual, denunció que “Hay una línea que se ha cruzado. Antes todas estas difamaciones eran digitales. Ahora se han hecho físicas”. “Se te considera sospechoso de no compartir la cultura de la memoria alemana, el consenso en la memoria del Holocausto”, declaró el académico palestino-alemán Sam Khatib. “Desde una perspectiva alemana, los palestinos son problemáticos (…). No es toda Alemania, pero es lo que tienes de los principales periódicos, y también de ciertas ONGs comprometidas en una lucha civil contra el antisemitismo”.
La escaramuza se llevó la cabeza de la Directora de documenta 15, Sabine Schormann, quien había confiado la dirección artística a ruangrupa, un colectivo de arte con base en Jakarta, Indonesia. Ruangrupa, que propugna la descentralización del sistema en pro de una repartición de los medios y recursos “conducidos por diferentes manos, puestos en diferentes bolsillos, y gobernados comunalmente allí donde aparezcan las necesidades”, impulsa desde 2013, junto con otros colectivos, ecosistemas basados en la comprensión de que para un grupo o colectivo no es posible permanecer en solitario, sino formar parte de un contexto más amplio que englobe una diversidad de roles y funciones. Una vez que documenta aceptó formar parte del ecosistema propuesto por ruangrupa, estos decidieron invitar a otros grupos y colectivos, “con el propósito de que otros miembros identificaran que tipos de medios estaban en su poder y decidieran como usarlos”. A su vez, éstos, en su mayoría del “Sur Global/Glocal”, invitaron a otros colectivos, quienes a su vez invitaron a otros, extendiéndose así como un rizoma sin centro ni jerarquías, sin propósitos corporativos, comerciales ni representacionales. Subyace aquí una confrontación al neodarwinismo imperante que fundamenta la teoría socioeconómica del neoliberalismo del tea party en EEUU al salvajismo de Donald Trump, de la Inglaterra de Margaret Tatcher al Breixit, impuesta desde los años ochenta del siglo pasado a nivel global: la lucha por la competencia, la supervivencia y el dominio del más fuerte. Las investigaciones científicas no darwinistas, entre ellas las de la bióloga norteamericana Lynn Margulis, que declara “La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a quienes se asocian”, junto a colectivos cooperativistas culturales y artísticos, comunitarios, minorías étnicas e indígenas, ecológicos, agrarios, rurales, de reciclaje, animalistas, feministas, LGTB y de activismo político que procedentes de Congo, Bangladesh, Camboya, Australia, Tailandia, Taiwan, Haiti, Algeria, Irak, Rumania, India, China, Sudán o Berlin, entre otros países, propugnan una sociedad basada en la colaboración igualitaria y demuelen críticamente la memoria colonial y las políticas neoliberales, suponiendo ciertamente un peligro inaceptable para el sistema neodarwinista de “selección natural” y las cúpulas de poder que desde finales del siglo XIX hicieron suya la frase de Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas: “(…) la fuerza de uno es sólo un accidente que se deriva de la debilidad de los otros”.
¿Qué indujo al escándalo y a la retirada de Justicia Popular y al alboroto de quienes declararon documenta como una “vergüenza nacional” e incluso exigieron su final? ¿Qué indujo al presidente del Bundestag a declarar límites a la libertad artística, al canciller Scholz que no acudiría a la muestra y a la ministra de Cultura, Claudia Roth, que aumentarán el control gubernamental sobre documenta y a amenazar con la retirada de fondos estatales? Tales reacciones estuvieron sujetas a las presiones del Estado israelí y del Zentralrat der Juden in Deutschland, que ejerce una “función de control o vigilancia” sobre actividades antisemitas en Alemania. La obra de Taring Panda representaba en un mural de ocho metros de altura a las víctimas del genocidio del régimen del dictador Suharto así como a sus perpetradores y sus cómplices (gobiernos occidentales y agencias de inteligencia como la CIA), caricaturizados como perros, ratas, esqueletos y cerdos. Entre ellos, un soldado con cara de cerdo con una estrella de David y un casco con la palabra “Mossad” y un judío ortodoxo con ojos sanguinolentos, dientes afilados, un puro en los labios y un sombrero con las siglas SS. En lugar de abrir un debate sobre antisemitismo y racismo con el público bajo el tema “por qué decimos NO a la representación de estas figuras” (que indudablemente se asemejan a caricaturas de propaganda antisemita nazi), se optó por su desaparición: el mural fue retirado dejando en su lugar un vacío psicótico de significado. Que frente a la fachada de C&A se colocara un camión con fotografías y documentación de niñas y niños deportada/os a campos de exterminio por los nazis, una iniciativa procedente de Arolsen Archives (International Center of Nazi Persecution, antes ITS, que contiene más de 30 millones de documentos sobre el Holocausto, campos de concentración, trabajos forzados y personas desplazadas en el nazismo), debía ser interpretado como el recuerdo de que la historia no ha sido cancelada, que Auschwitz, en palabras del escritor judío húngaro Imre Kertécz, no fue disuelto desde Auschwitz sino por el advenimiento de la guerra, y que como diría Doron Kiesel, del Zentralrat der Juden (Consejo Central de Judíos de Alemania), no debe admitirse de nuevo: “sucedió lo que pasó en los peores sueños”. En un tajante comunicado, el Zentralrat denunció “tanto el antisemitismo de los artistas como la falta de responsabilidad de los organizadores de la exposición” y acusó a los responsables de documenta de “transgredir una línea roja”. El establecimiento del vagón documental frente a un mural en la fachada de C&A del colectivo Taring Padi, autores de Justicia Popular, confirmaba el ACHTUNG! no pasar esta línea: la polémica estaba zanjada por la presencia documental postmortem de la/os niña/os judía/os y su retorno y las declaraciones de la ministra Claudia Roth: “La dignidad humana, la protección del antisemitismo, así como del racismo y de toda forma de misantropía son las bases de nuestra convivencia, y es por esto que la libertad artística encuentra sus límites”. Felix Klein, comisionado de antisemitismo del Gobierno, por su parte declaró al diario Bild am Sonntag: “No puede ser que el antisemitismo sea parte del discurso artístico financiado con fondos públicos en Alemania”. Frente a la ausencia de un diálogo político plural y real, las amenazas de poner “límites al arte” o de “cortar el grifo financiero” y de imposición de un “orden” normativo institucional, en un debate sobre la libertad del arte la politóloga Nikita Dhawan declaró que “La regulación es pereza política”, recordando las palabras del filósofo Emmanuel Kant: “El mejor medio contra el discurso del odio es según Kant el contradiscurso. Solamente en un espacio abierto puede florecer la Iluminación (Aufklärung)”.
Eventos organizados por documenta y documenta.archiv como We need to talk! Art – Freedom – Solidarity sobre el papel del arte y la libertad artística frente al crecimiento del antisemitismo, el racismo antipalestino, la islamofobia y la responsabilidad histórica de Alemania, cuyos ponentes eran Hito Steyerl, Anselm Franke y el arquitecto israelí Eyal Weizman, fueron retirados. Este último declaró: “Han utilizado la controversia como una oportunidad para decirles a los palestinos y a los judíos israelíes críticos, así como a los artistas del sur global, que no tienen derecho a hablar”. Steyerl, que retiró su obra en exposición, dijo en una entrevista a Die Zeit, “Esto se refiere a la negativa reiterada a facilitar un debate inclusivo sostenido y estructuralmente anclado en torno a la exposición, así como a la negativa virtual a aceptar la mediación” y manifestó su desacuerdo con la manera en que se estaba manejando la controversia: “No tengo fe en la capacidad de la organización para mediar y traducir la complejidad”. Meron Mendel, Director del Instituto Anna Frank de Frankfort, uno de los asesores de documenta 15, que pidió la retirada de Justicia Popular, declarando que “Estas imágenes no dejan lugar a ninguna interpretación, eso es una clara agitación antisemita” pero que sin embargo, no se podía calificar a documenta de antisemita: “Se debe diferenciar. Seguro que algo salió mal. Pero algo así no debe suceder”. Posteriormente, Mendel declaró a Der Spiegel que no se producía “un diálogo honesto” sobre antisemitismo, se retiró y, denunciando que la caricatura del banquero judío era antisemita y degradante, calificó la acusación de que documenta fuera antisemita en su conjunto como espectáculo “difamatorio”: “(…) el antisemitismo debe ser mencionado como un problema en todas partes e independientemente del contexto, lo será”. Mientras que Eyal Weizman en , “Al igual que el antisemitismo que existe en los círculos antiimperialistas, la persecución de artistas e intelectuales en Alemania, patrocinada por el Estado y abiertamente islamofóbica, separa falsamente las enredadas historias de racismo y antisemitismo, oponiéndolas entre sí”.
En una línea representacional, la oficina de prensa informó que “A pesar de la pandemia de coronavirus, las cifras provisionales de la documenta 15 se acercan a las de la edición anterior, de 2017, que fue la de mayor número de visitantes”, mientras que la comisión directiva del Foro de documenta –círculo de amigos y patrocinadores– comunicaba: “La documenta 15 aborda artísticamente con mucha inspiración cuestiones que importan actualmente en todo el mundo. Por ello, el Foro cree que particularmente esta muestra abrirá una nueva página en la historia de la documenta, que incluye una visión de este mundo mucho más amplia que antes”. Sin embargo, es imposible pretender una “normalidad”. El arte no es una feria de venta de entradas ni un espectáculo de enterteirnment. Pretender separar artistas, teórica/os, curadora/es y colectivos culturales de las corrientes, fracturas e interferencias ideológicas, xenófobas y políticas que convulsan las sociedades actuales y de las connotaciones socioeconómicas, geopolíticas, terroristas, coloniales e históricas en que se entraman es ignorar que el arte manifiesta críticamente las tendencias del Zeitgest (espíritu de la época). Las cenizas sobre las que se fundó documenta no deberían ser los sustratos del bote de spray. Esa línea ha sido cruzada.
Fuentes:
Eyal Weizman, In Kassel, Vol. 44 No. 15, 4 August 2022
https://www.dw.com/es/arte-antisemita-en-la-documenta-15-de-kassel/a-62210152#