Por: Pedro Medina

Concebir la realidad como “proyecto” consiste en anunciar un “por venir”, porque proyectar crea mundos y también futuro. Son disciplinas como la arquitectura las que siempre lo han “imaginado” –en el sentido de Hilary Putnam–, realizando una proyección racional que calcula la manera más adecuada para alcanzar el resultado deseado. La arquitectura ha sido, pues, un importante generador de cambio y el mayor responsable de la formación de ámbitos donde tendrá lugar nuestra actividad.

Ahora es Lesley Lokko quien se atreve a proponer la Bienal de Venecia como un gran “laboratorio del futuro”, con un primer objetivo: descolonizar y descarbonizar, aunque va más allá de este lema, para repensar la identidad del arquitecto como excepcional agente social. Veamos por partes el elaborado y atractivo entramado que ha planteado.

Giardini: África y su diáspora
La llegada al pabellón central de la Bienal está enmarcada por una estructura en su fachada realizada con material reciclado de bienales anteriores, probablemente pensada para mostrar cierta precariedad. Tras la entrada, un prólogo de imágenes de construcciones del mundo da paso a la sala central, que suele resumir el propósito y sentido de cada edición. En esta ocasión, no es una obra, sino una instalación gráfica que pende del techo, compuesta por fragmentos de todas las piezas de ‘The Laboratory of the Future’. Es un universo sin centro ni jerarquías, que expresa en sí un espíritu colectivo de forma lograda y coherente con lo que se contemplará en el conjunto de la bienal.

Está acompañada por diversos textos que expresan compromiso social y en los que se anuncia un término que genera cierta perplejidad: “practitioner”, que sustituye al de “arquitecto”. Son aquellos que están «comprometidos para redefinir el papel y la influencia del arquitecto del siglo XXII». Lo definiremos mejor en las conclusiones.

Descubrimos en estos textos que la sección principal es denominada “Fuerza mayor”, ese concepto incluido en cláusulas de contratos que exonera de responsabilidad, remitiendo a aquello que puede o no ser previsible desde un punto de vista legal. Sin embargo, en realidad, hace referencia a los riesgos de nuestro tiempo: pandemias, amenazas vinculadas al cambio climático, desórdenes sociales…

Estos serían los argumentos de fondo, si bien el verdadero protagonista del Pabellón Central –por primera vez– es África y también su diáspora, puesto que muchos de los arquitectos se hallan, sobre todo, en estudios ingleses o estadounidenses. Es evidente que cuestiona Occidente como guía, desplazando los puntos de referencia de la geopolítica de la arquitectura. No obstante, con este gesto no se pretende sustituir una cultura hegemónica por otra, porque Lokko considera que «la ‘historia’ de la arquitectura está incompleta. No equivocada, sino incompleta».

Formalmente los proyectos son muy variados, desde sutiles instalaciones ‘site specific’, como la de Riff Studio, ‘A Window (Detail) from the Future (Case Study House)’, a los numerosos vídeos que pueblan la bienal, como ‘Robots of Brixton’ (2011), de Basis con GKZ, que narra un mundo lejano habitado por robots y cuyo protagonista con pelo afro se ve envuelto en disturbios que, en realidad, recuerdan a los que se pueden presentar en nuestros días. Este mismo equipo también presenta ‘Djali’, que explora la narración y la visualización de mundos hipotéticos, narrados desde la perspectiva de una inteligencia artificial interna a los mismos.

Todo ello escenifica un atractivo conjunto de piezas donde la raza negra se exhibe con orgullo y espíritu propositivo. Sin embargo, no todo es identidad, también hay espacio para proyectos como el manifiesto de Koffi y Diabaté Architects, que establece un enfoque poliédrico en torno a aspectos prácticos para el desarrollo de las ciudades africanas, optando por premisas donde lo sostenible, lo social y lo cultural son la base, desde soluciones intrínsicamente locales. Son guías que vienen completadas en otras partes del pabellón, como cuando Hood Design Studio repiensa “lo nativo”; un estudio que también ha “tropicalizado” el fabuloso jardín de Scarpa.
Por destacar una pieza, probablemente la más contundente y significativa sea el ‘Parliament of Ghosts’, de Ibrahim Mahama, concebido inicialmente para el Manchester International Festival en 2019, para afrontar ideas históricas sobre la explotación colonial. Desde ahí emergen preguntas que la misma Lokko hace suyas: «¿Cómo reactivar los recuerdos a los que no se tuvo acceso? ¿Cómo indagar en el pasado para construir nuevos futuros?».

La propuesta en los Giardini se completa con el Pabellón Stirling, que expone el trabajo de Demas Nwoko, el León de Oro a la carrera de este año, junto con el Proyecto Pabellón Libro. Además, ya aparecen los ‘Guests from the Future’, que tendrán continuidad en el Arsenale, para identificar protagonistas del porvenir que son «capaces de navegar entre mundos (norte/sur, negro/blanco, de género/non binario) y a través de los compartimentos estancos de las disciplinas clásicas, porque se lo impone su propio contexto».

En suma, en el Pabellón Central se descubre una esplendorosa e inspiradora África, que muestra numerosos procesos de resiliencia e hipótesis de futuro. Se trata de una puesta en escena vistosa, hasta el punto que a muchos ha desorientado el planteamiento de Lokko –también en muchos pabellones nacionales– al transformar la Bienal Arquitectura en la Bienal Arte; mutación que también ocurre al contrario, como dieron prueba en 2022 pabellones como el español o el alemán.

En efecto, es una edición formalmente cuidada, donde ha sorprendido la citada abundancia de piezas audiovisuales –incluso sonoras–, que plagan esta bienal de pantallas y proyecciones, coherentemente con la vocación narrativa de Lokko. Este formato favorece la eficacia comunicativa, aunque a veces resulta un poco redundante.

De agradecer también es la voluntad de Lesley Lokko de optar por una claridad expositiva y por la explicitación de las dinámicas formuladas, los argumentos de las obras y el origen de sus protagonistas. Con este fin, destaca un formato nuevo de cartelas, donde se es generoso con datos y explicaciones que aparecen junto a los retratos de los autores de las piezas.

En esta línea, hay que señalar el ‘Archivo del futuro’, un contenedor de ideas que expresa la voluntad de Lokko de mostrar el proceso de elaboración de su bienal y también los bocetos de una realidad que debería desbordar el ámbito de la exposición, para convertirse en faro de metamorfosis más ambiciosas. En esta puesta en escena se subraya el carácter colectivo del recorrido y la investigación que existe tras la propuesta, que ha implicado la corrección continua de aquello que iba cobrando forma.

Arsenale: el laboratorio como modelo
‘Dangerous Liaisons’ es el título de la parte del Arsenale, donde los textos de inicio anuncian momentos de esperanza, pero sobre todo de transformación. Aquí adquiere un énfasis mayor la dimensión de laboratorio, entendido desde la disolución de diferencias entre estudio, taller y laboratorio, y desde la interconexión de dos temas: la descolonización y la descarbonización, que aparecen como dos premisas irrenunciables, al mismo tiempo que se pone en evidencia la necesidad de trazar «nuevos territorios de relevancia y urgencia profesional y conceptual».

Al principio del recorrido es significativo el reconocimiento explícito como punto de partida de la última Bienal Arte de Cecilia Alemani, de la que Aaron Betsky señaló que «está haciendo algo que la arquitectura aún no está afrontando de pleno: la disolución de los confines entre la figura y su entorno […]; el cambio de nuestra concepción de identidad, ulteriormente alimentado por la conciencia de nuestra naturaleza híbrida y global; el cruce entre tecnología y materia orgánica, y las varias especies y formas de vida que habitan nuestra tierra».

Asimismo, esta edición es deudora de la herencia de Alejandro Aravena en 2016, quien apostó por abrir un ciclo que tuviera como eje la arquitectura con compromiso social y, sobre todo, de Hashim Sarkis en 2021, quien propuso ir más allá de la arquitectura como construcción, para apuntar a una concepción más amplia de la misma.

Una de las obras que sintetiza el posicionamiento de Lokko es el proyecto editorial ‘The Funambulist’, que ha elaborado un gran archivo de lucha anticolonial, antirracista, anticapitalista, ‘queer’, trans y feminista, convertido ahora en una plataforma transnacional de solidaridad y activismo. No obstante, la cuestión identitaria es menos predominante de lo experimentado en los Giardini.

Formalmente, hay instalaciones que llaman la atención por su encanto, como las de Serge Attukwei Clottey, expuesta a pared en las Corderías del Arsenale y montada también en el exterior. Otras por el interés que despiertan y su destacada presencia en el recorrido, como la de Flores & Prats, quienes, tras su participación en 2018, adquieren ahora un protagonismo notable. Muestran perfectamente la idea de laboratorio, procesos de trabajo (“artesanales”), ideas inconclusas, reflexiones sobre valor de uso y patrimonio… y todo ello en grandes mesas de trabajo, que permiten observar distintos aspectos de su identidad, desde esa gráfica que aún queda de su camino en común con Miralles a la condición abierta de la ruina, para exhibir, en suma, un magnífico ‘Emotional Heritage’.

Temáticamente, son muchos los proyectos donde se estudian dinámicas de extracción, tanto desde un punto de vista medioambiental como colonial. ‘The Nebelivka Hypothesis’, a cargo de David Wengrow y Eyal Weizman, con Forensic Architecture, es uno de ellos, para replantear nuestro concepto de ciudad desde el estudio de estos antiguos yacimientos ucranianos. De él emerge una historia de extracción, depredación y jerarquía que debe cambiar.

Otro ejemplo significativo es el inquietante audiovisual, frente a un campo de batalla de extracción, realizado por los españoles, con base en Sídney, Grandeza Studio; que repiten en el Pabellón de España. Aquí plantean 7 alegorías políticas en torno a una inmensa porción de la corteza terrestre, árida y escasamente poblada del norte de la Australia occidental: Pilbara, convertida ahora en un rico yacimiento de minerales, que los componentes de Grandeza critican desarrollando un agudo discurso sobre las violencias socio-espaciales y medioambientales.

Otro caso lo aporta Andrés Jaque, ya convertido en un clásico de las bienales. Su instalación quizás sea menos llamativa de las que realizó sobre la calle Pez o el período berlusconiano, sin embargo, se ha de destacar por su investigación punzante, que analiza la relación entre la obsesión por la transparencia y la explotación del sur de África dentro de lo que ha llamado “transnational extractivism”. Critica los rascacielos más “brillantes” del mundo, porque su brillo proviene de la ilmenita de las minas de Xholobeni en Sudáfrica; o la dependencia del cobalto en Nueva York, que se extrae de los yacimientos de Nyumgu en Zambia. De esta manera, enseña elocuentemente que la extracción de materias primas es el modo en el que la arquitectura contribuye a la segregación.

En esta línea, conviene recordar el impresionante ‘Non-Extractive-Architecture’ en la V-A-C Foundation también en Venecia hace dos años, un ambicioso proyecto que creó una exposición-manifiesto cuyos primeros resultados publicó Sternberg Press como ‘On Designing without Depletion’. Todo ello fue fruto de un impresionante ‘network’ internacional que buscaba otros modelos para la arquitectura. Por desgracia, los resultados no han podido exhibirse por culpa de la guerra de Ucrania y el cierre de instituciones rusas. La bienal de Lokko ocupa ahora ese lugar como referencia, con casos como los citados.

GRANDEZA STUDIO Pilbara Interregnum: Seven Political Allegories 18. Mostra Internazionale di Architettura - La Biennale di Venezia, The laboratory of the Future 18th International Architecture Exhibition – La Biennale di Venezia, The laboratory of the Future Photo by: _AVZ: Andrea Avezzù _JS: Jacopo Salvi _MZO: Marco Zorzanello _MDM: Matteo de Mayda Courtesy: La Biennale di Venezia

De hecho, lo que no puede negarse de esta bienal es la voluntad de dar a conocer muchas y originales investigaciones sobre el medio ambiente. Otras destacadas son ‘Synthetic Landscapes’, de Stephanie Hankey, Michael Uwemedimo y Jordan Weber, con imágenes por satélite, flujos de datos y lecturas de sensores de paisajes alterados, que permiten estudiar la zona contaminada del delta del Níger. Hay otras muchas que invitan a la búsqueda de una reconciliación entre la ciudad, sus sistemas de nutrición y construcción y la naturaleza, como ‘Surfacing – The Civilised Agroecological Forests of Amazonia’, de Estudio AO. Y sobre todo ha llamado la atención el impactante ‘The Great Endeavor’, de Liam Young, convencido de un dato: para alcanzar los actuales objetivos climáticos, la reducción de emisiones no es suficiente. Aquí se plantea la hipótesis de eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera con el proyecto de ingeniería más importante de la historia.

Por último, en esta edición donde la investigación y la narración adquieren un carácter sobresaliente, la pieza más relevante es la de Killing Architects sobre los campos chinos de detención y reeducación, donde se ha recluido en masa a musulmanes. Ofrece un tipo de pesquisa periodística innovadora, gracias a instrumentos de análisis arquitectónico y espacial como el examen de infraestructuras carcelarias de la región de Xinjiang e imágenes por satélite, que se han mostrado fundamentales para elaborar sus conclusiones. La denuncia de estos campos ha provocado el abandono de China y un episodio más de la geopolítica que se ensaya en el microcosmos de la Bienal.

En general, se subrayan formas de proyectar modelos de convivencia y sostenibilidad, sensibilizando sobre problemas actuales. Para ellos, la arquitectura sigue siendo la que construye un lugar por habitar, sólo que ahora las pretensiones son planetarias.

Asimismo, destacan también los Curator’s Special Projects, donde la comisaria ha delineado formatos y temas de desarrollo como Comida, Agricultura y Cambio Climático; Género y Geografía; y Mnemotécnica.

Todo ello es dispuesto de forma atractiva, por tipo de obras y variedad expositiva, sobre todo al inicio del recorrido, volviéndose más confuso y disperso en su parte final, lo que provoca cierta perplejidad sobre el sentido global de una muestra rica en futuribles y crítica. Al respecto, confiesa Lokko: «La distinción entre ideas y objetos se ha difuminado deliberadamente, proponiendo el taller como un espacio de exploración colectiva y común […] las Corderías son repensadas como un conjunto de espacios y estancias –talleres, asambleas, pórticos y plazas– en las que los ‘practitioners’ expertos se encuentran con participantes emergentes; espacios en los que las geografías nacionales y regionales son desplazadas y realineadas; espacios en los que diferentes lenguajes coexisten, se fecundan entre ellos y se “hablan” recíprocamente, más allá de los límites de raza, género, edad, riqueza y escala. Son espacios suspendidos en el tiempo durante la exposición, que, sin embargo, actúan también como incubadoras, fomentando ideas sobre recursos, desperdicios, uso, valor, fin, verdad y belleza, en el intento de tener un impacto sobre la vida de aquellos que participan».

De todo ello se extrae una idea clara: el futuro debe ser entendido como un laboratorio colectivo. Coherentemente, son varias las actividades y colaboraciones, como el Pabellón de Artes Aplicadas en la Sala de Armas del Arsenale, con el Victoria & Albert Museum y la Architectural Association de Londres, o los programas que aumentan las propuestas y formatos de esta rica bienal. El principal es ‘Carnival’, el ciclo de conferencias donde arquitectos, profesores universitarios y estudiantes compartirán escenario con políticos, poetas, directores de cine, documentalistas, escritores, activistas, organizadores comunitarios e intelectuales, lo que recuerda las mesas redondas organizadas por Marshall Berman para ‘If you lived here’, de Martha Rosler.

Además, en esta edición debuta el Biennale College Architettura, en la que 15 docentes acompañarán durante 1 mes a 50 jóvenes elegidos por concurso público dentro de un plan de formación que afrontará crítica y creativamente la descolonización y la descarbonización. Dentro de la línea narrativa de este año, también se rodará un documental sobre este programa, a cargo del arquitecto español Ángel Borrego Cubero, con el nombre All That is Solid, que remite al ‘Manifiesto’ comunista y al famoso libro de Marshall Berman.

Primeras conclusiones
El primer dictamen en boca de muchos arquitectos es la falta de arquitectura (tradicional, constructiva) en esta bienal de arquitectura. De ahí las críticas y desilusiones de todos aquellos que entienden la Bienal como el análisis del estado actual de una disciplina, orientada a modificar un espacio para que cumpla unas funciones o que resuelve los problemas de la sociedad a través de la construcción. Ocurrirá todo lo contrario para quien entienda el rol del arquitecto desde un concepto de “arquitectura expandida” con miras globales y con premisas diferentes, que ahora privilegian las cuestiones medioambientales y la apertura a posturas más conceptuales y transversales, con el fin de reaccionar al continuo cambio y la creciente complejidad.

Al respecto, Lokko ha declarado el carácter interrogativo de su propuesta y en ningún caso su voluntad de aportar soluciones, más bien una miríada de prácticas de proyecto, con frecuencia encaminadas al “cuidado” del planeta y de las comunidades, al mismo tiempo que se replantea la idea de patrimonio, vinculada ahora a la reutilización de recursos, alejándose de ideologías como la del progreso industrial.

En realidad, tal y como reconoce Roberto Cicutto, Presidente de la Bienal de Venecia: «Las dos últimas direcciones de la Bienal Arquitectura han ido más allá de los límites de la ciencia de la construcción para apuntar a los contenidos a los que esa ciencia debería referirse». Y en ambos casos, se ha llamado la atención sobre cambios necesarios en los modos de vida de los habitantes del planeta. Esto mismo se aplica a la Bienal, que pretende promover modelos sostenibles, como demuestra el certificado de neutralidad carbónica (PAS2060), obtenido del RINA para la Mostra de cine (2021) y en todas las variantes de la Bienal desde 2022. Por tanto, no es un caso más de ‘greenwashing’, puesto que se basa en acciones concretas (uso de energía de fuentes renovables, reducción de materiales y promoción del reciclaje, reutilización de montajes y estructuras, uso de productos ‘kilómetro cero’ en la restauración y reducción del impacto de la logística por medio de la optimización de los viajes).

Además, un “artista-diseñador” como Demas Nwoko usa justo las mismas palabras que empleamos para describir la propuesta de Sarkis: esta edición supone un «acercamiento a la arquitectura como campo de actividad ‘expandido’», que recuerda también que en la cultura africana «no hay una neta separación entre artes plásticas y arquitectura».

Es una bienal, pues, en la que el cuestionamiento disciplinar se va entrelazando con cuestiones identitarias que indirectamente desvelan denuncias, como el hecho de presentar Occidente como el principal responsable de la crisis medioambiental. Por tanto, la bienal supone un giro de mirada que nos lleva a pensar el futuro desde nuevas perspectivas.

Por otro lado, algunos datos significativos: la edad media de los participantes es de 40 años, teniendo el más joven 24, más de la mitad considera la formación como su principal actividad profesional y el 70% de los proyectos es fruto de estudios con menos de 5 personas. Como se puede deducir fácilmente, esto confirma una tendencia: la desaparición de los ‘archistars’, considerados representantes de un pasado dominado por la contaminación.

En vez de ellos, los investigadores y arquitectos presentes son “nativos sostenibles”, más acostumbrados a una cultura audiovisual, de ahí el uso de otros medios para contar sus proyectos, lo que ha transformado los arquitectos en ‘filmmakers’, y la Bienal Arquitectura en la Bienal Arte.

Todo ello genera un punto de vista diferente, donde los arquitectos que asumen la idea de “laboratorio” son rebautizados por Lokko como “practitioners”, que «trabajan en el confín productivo entre la arquitectura y las miríadas de “otros” –paisaje, ecología, política, finanza, datos, salud pública, Inteligencia Artificial, patrimonio, historia, conflictos e identidad, por citar algunos– a través de la metodología, los materiales o la materia, trazando nuevos territorios de relevancia y urgencia profesional y conceptual».

Killing Architects Investigating Xinjiang’s Network of Detention Camps 18. Mostra Internazionale di Architettura - La Biennale di Venezia, The laboratory of the Future 18th International Architecture Exhibition – La Biennale di Venezia, The laboratory of the Future Photo by: _AVZ: Andrea Avezzù _JS: Jacopo Salvi _MZO: Marco Zorzanello _MDM: Matteo de Mayda Courtesy: La Biennale di Venezia

En definitiva, estos ‘practitioners’ son habitantes de un ‘in-between’ entre varias identidades, son políglotas y proceden de los márgenes de los tradicionales centros de poder y se manejan con desenvoltura entre paisaje e ingeniería, construcción y urbanismo. Ellos serán –para Lokko– los “agentes del cambio” de un mundo en creciente hibridación, dentro de esta sociedad fluida que reclama «una comprensión más amplia y diversificada del término “arquitecto”». Más aún, podríamos decir que los ‘practitioners’ son los nuevos “indisciplinados”, que no respetan los límites que puede establecer la academia y que se comprometen a planear un mundo mejor, quizás a veces con cierta ingenuidad o ignorando los riesgos subyacentes a este optimismo proyectual, aunque con un carácter propositivo que puede favorecer muchas respuestas positivas en un futuro cercano.

Aun así, no sólo es territorio de ‘practitioners’, pues comparten espacio con profesionales y prácticas ya reconocidas, una convivencia que nos ayuda en la previsión del futuro, pero en la que predomina lo que ya declaraba Steven Covey: «Vive de tu imaginación, no [sólo] de tu historia». Para ello, es útil una característica del arquitecto tradicional: su capacidad de negociación, que ahora se pone al servicio –como en Sarkis– de una pulsión utópica necesaria, aunque cargando al arquitecto con la responsabilidad de salvar el mundo.

En suma, se propone la arquitectura como práctica de investigación transversal y transdisciplinar, colectiva y colaborativa, que supera la idea de arquitecto-autor. Dentro de este marco el trabajo sobre lugares se entiende como una práctica física y simbólica, y especialmente como la creación de territorios de posibilidad.

En cierto sentido, se podría entender esta bienal como un virtuoso caso de “levantamiento” –en clave de George Didi-Huberman–, que se subleva contra costumbres injustas y peligrosas, para imaginar ámbitos desde los que empezar nuevas dinámicas. Es por ello un estimulante ejercicio de “imaginación”, desde las impactantes imágenes que crea a los horizontes que delinea en el futuro, con el objetivo de responder a desafíos urgentes. Se ha de valorar entonces la bienal de Lokko como un inspirador campo de experimentación donde realidades locales y globales se encuentran en intersecciones abiertas, para proyectar un ‘novum’ donde la arquitectura tendrá un papel crucial.

Sigue en Bienal de Venecia de Arquitectura 2023 (Parte II): Medio ambiente y participación social

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