Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Por: Carlos García de Castro

exposición Alberto Greco

La vida por encima del fetiche

Fruto de un largo proceso de investigación prolongado por más de seis años, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presentó el pasado abril la exposición Alberto Greco, ¡Qué grande sos!

Este proyecto curatorial, impulsado por María Amalia García, Marcelo Pacheco y Javier Villa, plantea el desafío de acercarse a la obra de Alberto Greco (Buenos Aires 1931 – Barcelona 1965) destacando su identidad argentina y sudamericana, contando para la exhibición de forma exclusiva con obras procedentes de colecciones nacionales. De este modo, el autor de los vivo-ditos queda definido por su americanidad, lugar desde donde supo absorber los lenguajes internacionales de los años 50 y 60, y ofrecernos una producción crítica con el elitismo y el fetichismo del objeto-mercancía, y donde siempre resaltó el vínculo de la experiencia vivida sobre la producción artística.

En esta línea, la exposición del Museo de Arte Moderno actualiza la retrospectiva realizada por el IVAM de Valencia en 1991, entonces centrada en la producción europea del artista. Para Buenos Aires se genera una relectura de su obra desde códigos más actuales y cercanos al espectador de hoy, resaltando el relato de la vida de Greco por encima de piezas concretas, y destacando elementos como su faceta queer, su discurso anticolonial o la pulsión de incluir en las creaciones a personas ajenas al ámbito artístico. Discursos todos recogidos en una publicación de 2016, impresa con el mismo título que la exposición presente y reeditada para esta muestra.

En el Museo Moderno las obras y la documentación sobre Alberto Greco se distribuyen a lo largo de tres salas –dos en la planta baja y una en la primera planta–, el diseño expositivo huye en todo momento de dar protagonismo a la obra fetiche. Las pinturas informalistas, por ejemplo, no se colocan en la pared –la cual se ignora de forma deliberada en todo momento–, sino que, colgadas del techo, obligan al espectador a rodearlas como si de árboles en un bosque se trataran. Se crea, en suma, una experiencia física, un espacio fluido donde una pieza es el paso obligado hacia la siguiente, y donde el conjunto genera una narración de la que Greco es protagonista. Un diseño exitoso obra de Daniela Thomas, Felipe Tassara e Iván Rösler.

A nivel conceptual Alberto Greco, ¡Qué grande sos! se desarrolla a través de núcleos temáticos que se entrelazan, y de los que podemos destacar: el arte vivo, la crítica a la tradición pictórica y el arte de acción.

Con el arte vivo Greco pretendía ensalzar el gesto del artista por encima del valor objetual, a esta idea responden sus vivo-ditos –señalamientos performáticos en los que el dedo del artista convertía una escena cotidiana en obra de arte–, o la pegada de carteles realizada en 1961 en la calle Corrientes con el lema que da nombre a la exposición, acciones presentes en la muestra a través de documentación fotográfica y reimpresiones.

En cuanto a la crítica a la tradición pictórica, Greco, que desde los años 50 desarrolló pinturas tachistas muy cercanas al mundo plástico de Antoni Tàpies, declaró en su Manifiesto vivo-dito “La pittura è finita”, y durante esa década desarrolló obras donde la materialidad trascendía a lo pictórico, culminando en piezas como ‘Monja asesinada’, una camisa sucia sujetada con clavos de herradura a un bastidor de madera presente en la muestra.

Este cuestionamiento de la obra de arte como fetiche le llevó paulatinamente hacia un sentido colectivo y una estética performática tendente al arte de acción, que cristalizó en la creación de La Orden de Greco. Bajo este nombre, pretendía generar espacios de intercambios entre el artista y los espectadores donde la crítica hacia los aspectos más oscuros de la religiosidad y la herencia colonial, se conectaban con el reconocimiento a la tradición cultural autóctona en sentido positivo. Dentro de este juego performático declaró al pueblecito castellano leonés de Piedralaves como capital internacional del Grequismo, y generó en ese espacio rural piezas de arte vivo con la colaboración de la población local, siguiendo su pulsión de unir el arte con la vida cotidiana. Estas acciones se presentan en imágenes a tamaño natural preparadas de forma específica para la exhibición.

La vida de Alberto Greco terminó trágicamente en octubre de 1965 en Barcelona, cuando para su última obra de arte vivo escribió la palabra FIN en sus brazos y se quitó la vida. No obstante, su breve pero intensa carrera marcó profundamente el devenir del arte argentino en las décadas que le siguieron.

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